21º aniversario del secuestro de Miguel Ángel Blanco: el sacrificio contra el chantaje
Tres días de julio que trasformaron a toda una sociedad que hizo suya la angustia de una familia de Ermua.
Madrid - Publicado el - Actualizado
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10 de julio de 1997. En la redacción de informativos de COPE, Maika Jiménez y una servidora preparábamos las noticias de las 21.00 horas. Entonces no teníamos internet en el ordenador. Ordenador sí, pero básico. Había que ir a la sala de teletipos. Las noticias comenzaban a escasear a esa hora, era verano.
Poco antes de entrar en el estudio, siempre lo hacíamos unos minutos antes de que sonaran las señales horarias, comenzó a llegar el runrún. Como siempre en estos casos, la reacción era la misma: -"Entrad y si van saliendo cosas...", dijo Carmen Martínez Castro, subdirectora hace 21 años de 'La Linterna' de Luis Herrero.
Y los peores pronósticos se cumplieron. Suena la careta de boletines y se abre la puerta del estudio. Se confirmaba,”ETA ha secuestrado a un joven político, se trataría de un concejal del PP del ayuntamiento de Ermua” y poco más; sonaba el nombre, pero no era seguro, ni cómo ni cuándo había ocurrido, ni cuántos etarras habían participado, si había sido o no a punta de pistola.
Y a partir de ahí comienza lo que los periodistas llamamos el chorreo de datos. Sí, se trataba de un concejal del PP, un joven concejal del ayuntamiento del pueblo vizcaíno de Ermua, que respondía al nombre de Miguel Ángel Blanco.
El comando de ETA compuesto por Irantzu Gallastegui, Amaia, y Francisco Javier García Gaztelu, Txapote habían tenido que abortar el secuestro, el día anterior, sin embargo las circustancias fueron todas propicias a las 15.30 horas del 10 de julio. Amaia aborda a Miguel Ángel en la estación de tren de Eibar, localidad guipuzcoana en la que trabajaba, lo mete en un coche en el que esperaba Txapote, quien fuera más tarde jefe de los comandos de ETA. Jaime Mayo Oreja, ministro del Interior confirmaba el secuestro y la coordinación entre los Cuerpos y Fuerzas de Seguridad del Estado y la Ertzaintza.
A dónde le llevaron, en qué lugar transcurrieron los dos días de cautiverio, veintiún años después sigue siendo una incógnita. Tres horas después del secuestro, la emisora de radio Egin, utilizada por los terroristas habitualmente, recibía una comunicación en nombre de ETA, en la que reivindicaba el secuestro y amenazaba con ejecutar a Miguel Ángel si antes de las 16 horas del sábado 12 de julio, el Ministerio de Interior no llevaba acabo el reagrupamiento de los presos etarras en cárceles del País Vasco. Chantaje al que el Gobierno de España no podía ceder. “Nos encontramos ante una coacción, una amenaza, un chantaje. Pero no estamos ante un simple desafío al Gobierno, es un pulso al conjunto de la sociedad, especialmente a la sociedad vasca. Es un pulso a todos nosotros y todos debemos saber cumplir, simplemente, con nuestra obligación, desde el dolor, desde la entereza y desde la serenidad”.
El viernes 11 de julio es de esos días en los que una generación de políticos españoles envejeció a marchas forzadas como frenética debió de ser la actividad de policías, guardias civiles, ertzainas, para encontrar una pista, una huella, un indicio que les llevara a dar libertad a un hombre cautivo cuyo delito era pertenecer al PP. Reuniones, teléfonos al rojo vivo. Nada. Solo la firmeza contra los terroristas y dar apoyo a una familia que aún no ha conseguido asimilar lo que está pasando. La sociedad, en cambio, sale del letargo. Hay que hacer algo, que los etarras vean que estamos todos unidos, que no van a poder con una nación.
María del Mar Blanco, hermana de Miguel Ángel que vive en el Reino Unido regresa a Ermua para estar con sus padres, para ponerse al frente de la manifestación en la calle: “Estamos viviendo una angustiosa espera, pero no perdemos la esperanza de que Miguel vuelva a casa. Por eso, volvemos a reiterar, en esta cuenta atrás, a las personas que tienen en sus manos el desenlace de este secuestro que entiendan que un ser humano no puede tener un futuro de 48 horas, que la vida es un derecho de todos”.
Vigilias durante toda la madrugada del 12 de julio, velas, lazos azules, España en la calle. El reloj marcaba segundo a segundo. Pasaban las horas y el plazo se cumplía. Ese sábado los tres miembros del comando, Txapote, Amaia y José Luis Geresta, Oker, llevaron a Miguel Ángel a un paraje cercano a la localidad guipuzcoana de Lasarte. Ella se queda en el coche. Oker sujeta a Miguel Ángel, arrodillado, maniatado. Txapote le pega dos tiros en la cabeza.
A las 16.40 horas es localizado el cuerpo de un hombre con varios disparos en la cabeza por dos hombres que paseaban por la pista forestal. Miguel Ángel aún respira, está boca abajo con las manos atadas con un cable eléctrico. Le trasladan al hospital Nuestra Señora de Aránzazu de San Sebastián, está muy grave, las heridas son incompatibles con la vida.
Miguel Ángel permanece en coma neurológico profundo durante doce horas. A las 4.30 horas de la madrugada del domingo 13 de julio se decreta su muerte cerebral. Su corazón dejó de latir a las 11 de la mañana. Carlos Totorica, alcalde de Ermua confirmaba el asesinato
La conmoción se apoderó de todo un pueblo. Todos y cada uno de los españoles decíamos a ETA: “AQUÍ TIENES MI NUCA".
Se había trazado esa delgada línea que marca el antes y el después de algo por lo que ya no volveremos a ser los que éramos. Solo en algo no se podía dar ni medio paso a atrás, en el chantaje. “No puedo comparecer para anunciar que no habrá más dolor. Pero si puedo decir que ETA y Herri Batasuna han cerrado su muro de aislamiento con nuestra sociedad. (…) He vivido horas amargas como Presidente del Gobierno cargadas de preocupación y de responsabilidad, pero desde ese mismo momento y hasta que esta sociedad termine con la lacra terrorista, el Gobierno ha trabajado y seguirá trabajando sin descanso, luchando implacablemente y con la ley en la mano, solo con la ley, pero con toda la ley contra los asesinos. (…) Es muy importante que se hayan roto los silencios. Ahora no puede haber tibieza en nuestras expresiones, no puede haber frases ni actuaciones equívocas. Los terroristas y su brazo político están en un lado y los demócratas estamos al otro lado. Nosotros somos muchos más, tenemos razón y queremos vivir en paz. No podemos olvidar nunca, ni odio ni venganza, pero sobre todo nunca el olvido de lo que ha pasado”, dijo antes del entierro de Miguel Ángel Blanco, el presidente del Gobierno, José María Aznar.
Era la respuesta implacable de un Gobierno, de un pueblo ante el terrorismo. El secuestro y asesinato de Miguel Ángel Blanco fue la respuesta de los terroristas a la liberación de José Antonio Ortega Lara, el secuestro más largo de la historia de ETA.
21 años después de que naciera el Espíritu de Ermua, de la ETA armada queda su brazo político que ha evolucionado en nombres a lo largo del tiempo; sus presos que no han cumplido las penas por 829 asesinatos, viudas, huérfanos, heridas abiertas, pese a quien le pese. García Gaztelu, Txapote, el ejecutor de Miguel Ángel, sigue en prisión, como su pareja, Irantzu Gallastegui, Amaia. El tercer etarra, José Luis Geresta, Oker, apareció con un tiro en la sien tras la caída de varios miembros del Comando Donosti en 1999.