¿Beneficia la baja participación a la derecha?
Los comicios con mayor participación siempre han dado la victoria a los partidos de izquierda
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Uno de los grandes mantras de la política española es que las elecciones con alta participación favorecen a la izquierda, mientras que aquellas que tienen una participación baja otorgan el poder a los partidos de derecha. Una máxima que, efectivamente, se dio en las elecciones a la Junta de Andalucía en las que una participación del 58% (la segunda más baja después de las de 1990) acabó con 36 años de gobiernos socialistas y alzó a la presidencia a Juan Manuel Moreno Bonilla.
Con este precedente, y con la sensación de que el votante de derechas, especialmente el de Vox, está muy movilizado, desde el PSOE llaman a ir votar en masa para frenar a la "ultraderecha".
Pero, ¿es verdad que la alta participación favorece a la izquierda y la baja a la derecha? ¿Es el votante de derechas más fiel que el de izquierdas? Como veremos, algo de verdad hay, pero es un poco más complejo que eso.
Para empezar, hay un grupo notable de abstencionistas habituales (en torno al 25% de la población) que no vota nunca, en ningunas elecciones, y que, por lo tanto, cuando vota, es muy difícil predecir a quién.
Esto es lo que sucedió en las últimas elecciones catalanas, en el que el electorado se movilizó más que nunca, alcanzando una participación cercana al 80%, 20 puntos por encima de lo que era habitual hasta hace 10 años. En teoría, se suponía que una alta participación beneficiaba a los partidos no independentistas, con votantes tradicionalmente movilizados que los de los partidos independentistas, pero en la práctica, si biene es cierto que los no nacionalistas alcanzaron el mejor resultado de su historia, el bloque independentista también creció, logrando también el mayor número de votos desde el inicio del 'procés'.
En cuanto a elecciones generales, las elecciones generales con más porcentaje de participación hasta la fecha han sido las de 1982. Casi el 80% de los votantes acudieron a las urnas y el Partido Socialista alcanzó el mejor resultado de su historia, con una amplísima mayoría absoluta y el 48% de los votos. Si se le suman los votos del PCE, la izquierda alcanzó el 52% de los votos, por el 36% que sumaron Alianza Popular, UCD y CDS.
Cuatro años después, en 1986, la participación bajó 9 puntos, hasta el 70,49% y la izquierda redujo su porcentaje al 49%, por el 35% que sumaron AP y CDS. En 1989, se mantuvo una participación muy cercana, 69,74% y los porcentajes fueron similares: 49% para PSOE e IU y 34% para PP y CDS.
Durante esa legislatura 89-93 se sentaron las bases para la lenta caída final del felipismo y el final de más de una década de gobiernos socialistas en España. En 1993, la participación en las generales subió casi 7 puntos, hasta el 76,44%. El principal beneficiado de este ascenso fue el Partido Popular de José María Aznar, que logró multiplicar por dos sus votos y por primera vez acercarse al PSOE. Aún así, la gran subida de Izquierda Unida, hizo que la izquierda se mantuviera cerca del 49% de los votos, mientras la derecha se quedó en el 36%.
Unas cifras muy parecidas a las de 1996, cuando la participación subió todavía un poco más, hasta el 78,38%, y Aznar llegó a la presidencia del Gobierno. Sin embargo, gracias al extraordinario resultado de IU, que logró el mayor número de votos de su historia, la izquierda se mantuvo en un porcentaje del 48%, frente a una derecha que se quedó en el 39%, aunque llegó a Moncloa.
Las siguientes elecciones generales, las de 2000, la participación se hundió hasta el 68%, y el PP logró la primera mayoría absoluta de su historia. Los populares apenas lograron 600.000 votos más que cuatro años antes, pero el PSOE perdió 1,5 millones e Izquierda Unida 1,3 millones de votantes. Fue la primera vez desde 1982 que la derecha alcanzaba un porcentaje de votos superior a la izquierda. El PP obtuvo el 44,5% frente al 39,5% de la suma de PSOE e IU.
Las siguientes dos elecciones, las de 2004 y 2008, tuvieron una participación relativamente alta, 75,66% y 73,85%, y en ambas resultó vencedor el PSOE de Rodríguez Zapatero que, junto a Izquierda Unida, devolvió a la izquierda a ese 47% de votos del que había disfrutado con Felipe González. El PP osciló en ambos comicios del 37% al 39%, porcentajes muy similares a los de los últimos años del felipismo.
La crisis económica hundió al zapaterismo y en las elecciones de 2011 la participación se desplomó al 68,94%. Como había pasado en el año 2000, la baja participación trajo de la mano la mayoría absoluta del Partido Popular. Si se suman los votos de UPyD, el centro-derecha rondó el 49% por el escasísimo 35% al que llegaron PSOE e IU, hasta la fecha el peor resultado de la izquierda nacional en unas elecciones generales. El PSOE se había dejado 4 millones de votantes en una legislatura.
En las siguientes generales, tras cuatro años de mayoría absoluta del PP, la participación quedó prácticamente igual, en el 69,67%. PP y Ciudadanos se quedaron cerca del 42%, mientras que PSOE, Podemos, IU y compañía rozaron el 46%. Si se compara con los resultados anteriores, hubo más votante de derecha que se quedó en casa y más de izquierdas que se movilizó, quizás por la mayor cantidad de opciones electorales.
Las elecciones de 2016, después de la legislatura fallida, fueron las que menos participación registraron de la historia de España. Solamente dos de cada tres votantes fueron a las urnas, el 66,48%. PP y Ciudadanos recuperaron terreno y rondaron el 46% de votos, mientras, que la izquierda se quedó en el 44%.
En resumen, si observamos la participación en las distintas elecciones y la comparamos con los resultados electorales, es cierto que, de las cuatro elecciones con menos participación, en tres resultó claramente ganadora la derecha nacional, mientras que en las cuatro con más participación ganó la izquierda (aunque en 1996 el PP llegó a Moncloa pese al 48% de PSOE e IU). Desde el año 2000, el voto de derechas suele ser más constante, aunque, como vimos en 2015, también pueden quedarse en casa.