Informe COPE: enfermedad y muerte, las consecuencias de la sequía para nuestra salud

Al menos 80.000 personas mueren cada año de forma prematura en España por enfermedades respiratorias ligadas al cambio climático, según el último Informe COPE

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Informe COPE: enfermedad y muerte, las consecuencias de la sequía para nuestra salud

Carmen Labayen

Publicado el - Actualizado

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La sequía tiene un serio impacto en nuestra salud genera enfermedad y también muertes prematuras. Solo por enfermedades respiratorias, la Sociedad Española de Neumología, cifra entre 80.000 y 100.000 esos fallecimientos a consecuencia del cambio climático al año en nuestro país. Aumentan y se agravan las alergias por la mayor contaminación y de pólenes en suspensión. Y, la falta de lluvia también facilita la transmisión de los virus y agrava los problemas de la piel.

Los ingresos en la planta de neumología del hospital madrileño de la Paz triplican en este momento los de antes de la covid-19, según refleja el último Informe COPE. En este servicio hospitalario trabaja Pablo Mariscal, neumólogo y experto en salud y contaminación, quien achaca a la sequía parte de ese incremento.

“La falta de lluvia provoca que aumente la presencia de contaminantes y de alérgenos que se potencian entre sí y afectan al aparato respiratorio. Es algo que impacta en los bronquios y que altera las propiedades del pulmón, provocando un empeoramiento de la calidad de vida de las personas con enfermedades crónicas y un aumento de los ingresos hospitalarios. El número de ingresados en la planta de neumología está ahora en torno a 80 a 90 personas, cuando antes del COVID en esta misma época del año teníamos entre 50 y 60, la mayoría por agravamientos de asma y EPOC”, explica Mariscal.

También Marina Blanco es neumóloga, en este caso en el Hospital Universitario de A Coruña y trabaja en la unidad de asma. Confirma a COPE que ve “un perfil de pacientes con asma más grave y un aumento de la prevalencia global de asma”, una enfermedad crónica que tienen 1 de cada 10 personas.

“La sequía, el calor y todos los efectos del cambio climático no solo agravan la situación de quienes ya tienen asma, sino que propician que personas que no tenían esta enfermedad la desarrollen y con ello va aumentando el número de casos. La falta de lluvias agrava el estado de quienes sufren enfermedades, afectan a los bronquios porque que es por donde se inhalan las partículas, los tóxicos, los humos y los gases, generando más casos de bronquitis y de neumonía” subraya Blanco.

Y para los alérgicos, la sequía tampoco trae buenas noticias porque los pólenes y los contaminantes se potencian agravando los síntomas. Cuando hay viento y no llueve, las partículas se desplazan fácilmente y se expanden geográficamente.

Sin contar con que, tal y como explica Mariscal, la sequía facilita la transmisión de los virus porque “cuando llueve las partículas microscópicas que están en suspensión en el aire y que a veces contienen virus, se destruyen o se van al suelo reduciendo el riesgo de transmisión”.

También proliferan las enfermedades de la piel

“Cuando el ambiente se seca, también se seca nuestra piel y lo que nos puede pasar es que se descame, nos pique y que no tengamos una barrera cutánea adecuada. Se agravan enfermedades que tenemos de base y hasta pieles que estaban sanas pueden experimentar sequedad, descamación, dermatitis o eccemas” explica a COPE la dermatóloga Paloma Borregón.

Y cuando la piel enferma, además de tener picores, hinchazón y/o ampollas, somos más propensos a sufrir infecciones porque las bacterias entran mejor por esa barrera cutánea afectada y que, por tanto, ya no nos protege de forma adecuada.

Ya actualmente entre el 15 y el 30 por ciento de los niños tiene dermatitis atópica, que es la enfermedad crónica de la piel más recurrente, según los datos de la Sociedad Española de Inmunología Clínica, Alergología y Asma Pediátrica (SEICAP).

A los gastos que supone la sequía en la economía familiar, al impactar por ejemplo en los precios de los alimentos o de la energía, se unen los de la factura médica, ya que al aumentar los episodios alérgicos, respiratorios y dermatológicos acudimos más a los especialistas y, debido a las largas listas de espera en algunos servicios del sistema público de salud, acudimos a médicos privados que prescriben tratamientos más o menos costosos que se suman como un gasto añadido en las maltrechas economías domésticas.

Para limpiar el aire hace falta que la lluvia no sea puntual

“Una lluvia ya por encima de los 5 litros por metro cuadrado ya supone un alivio para las condiciones ambientales en general, pero necesitaríamos muchas jornadas con lluvias por encima de 10, de 15 o 20 litros por metro cuadrados durante dos meses y de forma continuada para salir de la situación de sequía y esto es lo que no se ve, no se prevé en el horizonte más cercano” explica a COPE Jorge Olcina que forma parte del Laboratorio de Climatología de la Universidad de Alicante.

La lluvia limpia la atmósfera y eso hace que desciendan los niveles de contaminación. En la sequía ocurre lo contrario, hay anticiclón, el aire no se mueve y va empeorando la calidad del aire, especialmente en las grandes ciudades. El aire estancado facilita la extensión de los problemas respiratorios y de las alergias.

Los agricultores son los primeros en verse afectados por las restricciones de agua en épocas de sequía que también impacta en las ciudades, afectando a la calidad de vida de las personas en las zonas en las que se declara la situación de emergencia. Y es que, según recuerda Olcina, “lo primero que se restringe el baldeo de las calles, el uso de agua en las fuentes, el riego en parques y jardines y si la situación se agrava, pues las restricciones se trasladan a los domicilios con cortes de agua como ya está ocurriendo en España por ejemplo en Cataluña”.

Otro efecto de la falta de lluvias es que también empeora la calidad del agua de los ríos, que es la que mayoritariamente bebemos en las casas en España. Por debajo de unas reservas mínimas, las aguas se enturbian y no se pueden consumir.

Media España afectada

El 15 por ciento de la Península está en situación de emergencia por sequía. Otro 8 por ciento está en alerta y otro 20 por ciento en prealerta. Solo en el 56 por ciento del territorio escapa a la sequía. Los embalses están al 50,7 por ciento de su capacidad, según la última actualización del Ministerio de Transición Ecológica. Es 17 puntos menos que la media de la última década en esta misma semana -y casi 10.000 hectómetros menos- pero casi 2 puntos más que la misma semana hace un año.

Aun así, hay grandes variaciones territoriales, de forma en las cuencas internas de Cataluña las reservas de agua se han reducido a la mitad con respecto al año pasado y los embalses están al 26 por ciento de su capacidad y en el Guadalquivir apenas superan el 25 por ciento, pero hay menos diferencia con la situación de abril de 2022.

Estamos peor que hace un año en el Mediterráneo y en las cuencas del Ebro, del Júcar y del Segura, casi igual en el Cantábrico y mejor en la vertiente Atlántica, el Guadiana, el Tajo, el Duero y el Miño-Sil.

Y lo malo es que después que marzo fuera el mes con menos precipitaciones del siglo XXI, abril está siendo un mes seco y los meteorólogos no esperan lluvias consecuentes en los próximos días. En algunas zonas lleva más de 100 días sin llover, algo que también afecta la masa forestal y aumenta el riesgo de incendios que también afectan a nuestra salud. “Es un problema progresivo, pero silencioso que arrastramos desde 2021, el año pasado fue duro, en otoño llovió en el noroeste y en el centro, pero menos en Andalucía y el Mediterráneo, que es donde ahora justamente es más acuciante la situación” subraya Olcina.

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