Sánchez o la teoría de la bicicleta estática
Los mensajes del Gobierno se parecen, cada vez más a un eslogan electoral
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La situación política española se asemeja mucho a una bicicleta estática: parece que avanzas, pero, en el fondo estás en el mismo sitio. Pedro Sánchez ha tirado de números esta semana, ha mantenido catorce reuniones con ciento ochenta colectivos distintos y doscientas veinte personas diferentes. Y seguirá haciéndolo porque, según el Ejecutivo “hay multitud de peticiones”, pero hay que recordar que estas asociaciones no votan su investidura, así que, en el fondo, podemos concluir que ha habido una actividad frenética del ejecutivo con nulos avances prácticos.
Los mensajes del Gobierno se parecen, cada vez más a un eslogan electoral. Isabel Celaá aseguraba, por ejemplo, que “no se trata de regalarle nada a Sánchez, sino de darle a España lo que necesita”. Y lo que necesita, claro, es un Gobierno socialista y todos tienen que colaborar en ese objetivo, sí o sí.
Tienen, “que arrimar el hombro”, en palabras de la portavoz del Ejecutivo. Sánchez quiere intentar, además, la cuadratura del círculo con los independentistas: pretende su apoyo sin depender de ellos, y para ganarse sus votos les llama ahora, nacionalistas, así, a secas. Pero a la vez exige la abstención de PP y Ciudadanos; y el sí de Podemos, al que solo ofrece un acuerdo programático, que apoye a un Gobierno en solitario del PSOE. Es decir, que estamos, sin novedad en el frente político, estamos, donde estábamos a pesar del despliegue aparente de actividad de Sánchez.
A finales de agosto, principios de septiembre comenzarán esos contactos con las fuerzas políticas. El líder socialista se ha cansado de los desplantes de Albert Rivera y ha adelantado que ni siquiera le va a llamar esta vez. Y mientras, pasan las semanas, y se acerca la fatídica fecha del 23 de septiembre, el día en el que, si no hay acuerdo, se disolverán las Cortes, pero Sánchez ya tendrá su relato: lo he intentado y entre todos me lo han impedido, dirá.