"Señor Iglesias, discúlpese porque no sabe si el destino le reserva una mala jugada"

La demoledora respuesta de Ana Luisa Pombo, una enferma de cáncer al desprecio que hace Podemos a las donaciones de Amancio Ortega

El Secretario General de Unidas Podemos, Pablo Iglesias

Ana Luisa Pombo

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Cada año, a casi 300.000 españoles se nos para el corazón y se nos detiene el tiempo cuando nuestro médico nos dice que tenemos un cáncer. A partir de ahí, los sentimientos se desbocan, el miedo nos atenaza y el dolor del alma es mucho más fuerte que el que nos produce el propio cáncer. Desde el momento mismo del diagnóstico, nos enfrentamos a la posibilidad de que el bicho se nos lleve por delante y nos duele el corazón ante la posibilidad de que un día cualquiera, perdamos la batalla y no podamos ver ya más a nuestros seres queridos, a nuestros hijos, que ya no veremos cómo se hacen mayores ni estaremos ahí para echarles una mano cuando la vida les pinte bastos. 

Por ellos, por nuestros seres queridos y porque a todos nos quedan muchas cosas por hacer, pasado el primer shock, levantamos la cabeza y nos aferramos a la esperanza. 

El oncólogo, en mi caso el doctor Martín Valadés en la Fundación Jiménez Díaz, nos deja claro que hoy, al cáncer se le puede vencer, que las investigaciones contra el bicho avanzan cada día, que los nuevos tratamientos le plantan feroz lucha al bicho, que las nuevas tecnologías, en muchos casos verdaderamente espectaculares y carísimas, juegan a nuestro favor y nos aferramos a eso. Luego, mientras soportamos estoicamente las largas y durísimas sesiones de quimio en el hospital; cuando notamos como esa quimio quema nuestras venas y, conscientes de que, casi en la misma medida que mata al bicho deja tocado nuestro sistema inmunitario; mientras vemos cómo nuestro cuerpo se va llenando de múltiples y enormes cicatrices, cicatrices de guerra, mantenemos la esperanza porque sabemos que los investigadores, los científicos, los médicos y todo el personal sanitario, echan el resto a nuestro lado y nos emocionamos cuando alguien como Amancio Ortega, sacrificando los beneficios conseguidos con su trabajo y con el trabajo de miles de personas que trabajan en sus empresas, nos da una oportunidad más de vivir, poniendo a nuestro alcance más y mejores medios, más y mejores tecnologías. 

No importa que los hospitales tengan ya sus propios medios, excelentes medios, los mejores medios, porque, puesto que somos  millones los afectados, todos esos medios son pocos para ayudarnos en nuestra lucha encarnizada contra el bicho. Por eso, cuando en el fragor de una campaña política, aparece alguien tan frío, tan falto de humanidad y con tan poca empatía con nosotros los enfermos de cáncer, como usted, señor Pablo Iglesias, criticando la aportación generosa y desinteresada de Amancio Ortega para ayudarnos en nuestra lucha, nos parece, me parece, una indignidad propia de una mente miserable y no puedo menos que preguntarme si esa actitud gélida y canalla, la mantendría si fuera usted quién, cada semana, se sentara en un hospital de Día para recibir una dosis de quimioterapia; me pregunto si actuaría igual si tuviera que pasar por el quirófano una y otra vez con la duda de si al día siguiente volverá a ver a esos pequeños de los que ha sido papá o con la incertidumbre de si vivirá lo suficiente para ver la carita de la nena que su pareja está esperando. 

Seguro que si usted, señor Pablo Iglesias, fuera un paciente oncológico, no solo no criticaría las aportaciones de Amancio Ortega, sino que besaría el suelo por el que pisa el señor Ortega porque, para los enfermos de cáncer, saber que no estamos solos, que no somos calderilla de cambio electoral y que hay personas generosas que creen en nosotros y apuestan por nuestra vida, eso, no tiene precio. Así que, como todos hemos pensado que el cáncer no nos podía tocar a nosotros y sí que nos ha tocado,  permítame un consejo: discúlpese y pliegue velas porque nunca se sabe si el destino tiene previsto jugarle una mala pasada. 

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