Valentín Moreno, el asesino juvenil que daba palizas como hobby y que fue un crack del fútbol y de las drogas

Murió de un tiro en la cabeza en un presunto ajuste de cuentas tras una vida marcada por su carácter violento

Valentín Moreno

David G. Triadó

Publicado el - Actualizado

5 min lectura

Varios locales de ocio nocturno de la zona de Poblenou, en Barcelona, constituían a finales del siglo pasado un punto de encuentro para rockeros, heavies, grunges, hippies y otros jóvenes alternativos. Sin embargo, en la primavera del año 2000 el ambiente se enrareció con la apertura de un establecimiento en el vecindario frecuentado por bandas de cabezas rapadas.

Sergi Atienza, a día de hoy abogado penalista pero en ese momento portero de un local de ocio nocturno de la zona, cuenta que estos grupos “se aficionaron a atracar y dar palizas a muchachos de entre 16 y 20 años que se marchaban solos a casa alrededor de las 21:00”. Los ataques fueron creciendo en intensidad: “Fueron palizas cada vez más bestias, en manada, patadas en la cabeza saltando desde coches. Hubo chicos hospitalizados con politraumatismos. Eran clientes habituales a los que se llevaban en ambulancia y que no regresaban más ni al local ni al barrio”, describe Atienza. Cuenta que a él mismo estuvieron a punto de pegarle una cuchillada, que evitó gracias al “placaje in extremis de un compañero”.

Los locales de la zona no se quedaron de brazos cruzados. Su personal de seguridad intervenía en las peleas que se originaban en la calle y retenía a los agresores hasta la llegada de la policía. Atienza recuerda especialmente un episodio que tuvo lugar a finales de marzo de 2000: “Me encontré con una marabunta de chicos y algunas chicas dando una paliza a patadas a un muchacho que estaba en el suelo. Muchos se reían como hienas. Uno de ellos, el más grande físicamente, se estaba ensañando y nunca olvidaré el sonido de los patadones que le daba en la cabeza a ese pobre chaval tumbado en el suelo, inconsciente".

La primera reacción del agresor fue enfrentarse a Atienza, pero, al ver que su grupo se dispersaba, él hizo lo mismo y se escapó hacia el metro junto a otro chico. Atienza, junto con otros trabajadores de seguridad de los locales de la zona, los persiguieron y los lograron retener hasta que se los llevó la policía, que “tuvieron que encañonarlos para detenerlos”.

"Tuvieron que encañonarlos para detenerlos"

Ese chico violento era Valentín Moreno. Tenía diecisiete años. Apenas una semana después, mataría en grupo con el mismo modus operandi a un joven que había salido a disfrutar con sus amigos en un local de ocio nocturno de la Villa Olímpica de Barcelona.

Matar a un hombre para celebrar los dieciocho

Carlos Javier Robledo, vecino de Santa Coloma de Gramenet (Barcelona), y dos amigos suyos, M.C. y J.C.B., abandonaban una discoteca cuando se encontraron con una chaqueta al lado de su coche. La recogió M.C. y, justo en ese momento, un grupo de unas diez personas en el que se encontraba Moreno los abordaron. Habían colocado la prenda a modo de señuelo para provocar una pelea.

Les entregaron la chaqueta sin ofrecer ningún tipo de resistencia, pero Robledo recibió a cambio un fuerte puñetazo en la cara, según declararon sus acompañantes. J.C.B. y M.C. se refugiaron dentro del vehículo. Robledo no tuvo tiempo. Los agresores lo rodearon formando un círculo y le pegaron sin parar. J.C.B. salió del coche para socorrer a su amigo sin éxito y también fue agredido. Mientras tanto, otros miembros de la banda se montaron en el coche, y pegaron y robaron varios objetos a M.C.

Robledo murió a causa de esa paliza. Era el día 1 de abril del año 2000. Quedaban pocas horas para que Moreno alcanzase la mayoría de edad y esa noche había salido a celebrarlo con su grupo de amigos.

8 años de internamiento para Moreno, 157 años de prisión para el resto

Gracias a que M.C. logró apuntar la matrícula de uno de los vehículos en los que escaparon los agresores y a la colaboración ciudadana, la policía pudo identificar a los agresores y fueron encausados.

Moreno fue procesado por la jurisdicción de menores. Al comparecer ante el juez, alegó que en la noche del crimen había consumido alcohol y anfetaminas. Fue condenado a ocho años de internamiento en régimen cerrado por los delitos de asesinato, lesiones y robo con violencia.

Los otros nueve encausados, todos mayores de edad, fueron juzgados en la jurisdicción penal de adultos. Tres de ellos fueron absueltos, mientras que los otros seis sumaron una condena de 157 años y siete meses de prisión. Individualmente las condenas oscilaron entre los 10 y los 32 años de cárcel por los delitos de asesinato consumado sobre Robledo, de asesinato en grado de tentativa sobre J.C.B., y de robo con violencia y de una falta de lesiones sobre M.C.

Los condenados fueron Juan María Fernández Gascón 'Juanma' (32 años y 10 meses de cárcel); Javier Montalvo Cumí (32 años y 4 meses de prisión); Rafael Antonio Reyes Iglesias 'Falito' (29 años y 4 meses y multa de 180 euros); David Montaño Hernández 'Gusi' (29 años y 4 meses de prisión); Jesús García Nieves 'Curro' (22 años y 6 meses), y Jonathan de la Rosa (10 años y 15 meses).

También se fijó en 240.000 euros la indemnización que debía recibir la familia de Robledo, en 30.000 euros la que percibiría J.C.B. y en 6.000 euros la de M.C.

Crack del fútbol y de las drogas

Tras su internamiento, la vida de Moreno no fue ejemplar. Tuvo nuevos problemas con la justicia a raíz de un altercado violento por motivos racistas con el equipo de fútbol Bada Bing.

Moreno se dedicó al fútbol y jugó en el Sant Adrià SF. Varios testimonios recabados por Ignasi Jorro en Crónica Global narran numerosos episodios violentos del asesino de la Villa Olímpica con equipos rivales.

Al mismo tiempo, afirman que fue un activo dirigente de Casuals, una banda dedicada al narcotráfico. Según cuenta Carlos Quílez en laSexta, los Casuals solían llevar a cabo 'vuelcos', una práctica consistente en robar la droga a las bandas rivales. El bagaje de Moreno en el mundo del narcotráfico le llevó a tener numerosos enemigos y “al menos tres organizaciones le querían muerto”, según el testimonio de un subinspector de los Mossos d'Esquadra que recoge Quílez.

Pocos minutos después de la medianoche de este 19 de noviembre, Moreno recibió un tiro en la cabeza en el barrio de la Mina, en Sant Adrià de Besòs (Barcelona). Fue trasladado al hospital, donde acabó muriendo. Todavía se desconoce la identidad del asesino, pero apuntan que se podría tratar de un ajuste de cuentas.

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