Barones tras arropar a Sánchez: "Ya no es el de 2019"
Nadie mencionó en su cumbre de Zaragoza ante el Presidente el indulto a Griñán
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La gravedad de la crisis económica y las dudas sobre su evolución están causando estragos en el PSOE. En este contexto, la pregunta en el aire es si las federaciones van a aguantar en las municipales y, sobre todo, autonómicas de mayo de 2023. En las alturas de La Moncloa y de Ferraz quieren creer en la capacidad de sobreponerse a las dificultades. Exprimiendo al máximo los 252 días que restan hasta las urnas. Todos los líderes territoriales se tientan la ropa ante un paisaje empobrecido por la inflación sin visos de una pronta resolución.
Porque barones con el mando en plaza aparentemente revalidado hasta hace un puñado de meses están sufriendo con claridad un retroceso de las expectativas electorales. La inquietud, las muestras de pesimismo, laten en las cúpulas regionales del PSOE. Incluso allí donde la marca personal de los presidentes está por encima de la del partido y de la de Sánchez. Y es que, lo que de cara a la galería son cierres de filas, por detrás se convierten en pedradas. “Pedro [Sánchez] sabe – reflexionan jefes de Ejecutivos - que su imagen no es la de 2019”. Los resultados fueron formidables y los socialistas coparon el poder en Asturias, Aragón, Castilla-La Mancha, Extremadura, Comunidad Valenciana, La Rioja, Navarra, Baleares y Canarias.
Desde entonces, la figura de Sánchez ha sufrido serios desperfectos. La pérdida de credibilidad a chorros, encabezar un Gobierno convertido en un continuo guirigay, además de apoyarse sobre unos costaleros de mala reputación suman como causas de la caída en todas las encuestas. Las municipales y autonómicas son la meta volante antes de las generales. Así, “nos toca a nosotros tirar del carro”, dicen gráficamente barones, “y ayudarle a él” en la carrera. “No debemos actuar movidos por el pánico”, avisan algunos dirigentes. El Consejo Político Federal del pasado sábado en Zaragoza con los líderes autonómicos exhibió argumentarios de reivindicación sobre un PSOE en forma, unido, y que es una piña en torno a su secretario general, él mismo que lidia con una situación muy complicada, excepcional.
Los estrategas socialistas buscan a la desesperada un punto de inflexión tras la llegada de Alberto Núñez Feijóo a la calle Génova. Ya han fracasado en el “reencuentro con la gente”. Los pitidos y abucheos acumulados empujaron a redoblar el blindaje del Presidente en su segunda salida celebrando el evento en un recinto cerrado – esa promete ser la tónica a partir de ahora -, en el Palacio de Congresos de Toledo, en su hall para ampliar la sensación de llenazo, con entrada únicamente para afiliados del PSOE. De lo que ya se olvidó Sánchez es de escuchar las demandas ciudadanas, supuesto objeto de su gira de una treintena de actos hasta final de año. Su equipo había previsto desde luego otro camino muy distinto para el jefe del Ejecutivo que, el fin de semana, hasta se ahorró una foto de familia al aire libre con sus barones.
Callados sobre Griñán
Los líderes autonómicos, simplemente, optaron por el silencio. Ninguno de ellos, a puerta cerrada, se pronunció ante Pedro Sánchez sobre la espinosa cuestión del indulto para José Antonio Griñán que sigue recogiendo adhesiones. “Todo está dicho”, en opinión de uno de los presentes en la cumbre. Intramuros La Moncloa están dispuestos a jugar la carta de las “razones humanitarias” para Griñán, pero son cautos. El voto particular de dos magistradas les permite hablar de fallo “controvertido”, pero, además, y esto es clave, sin que ministros socialistas descarten la concesión de la medida de gracia. El Gobierno prepara el terreno. Nada extraño porque el “caso Griñán” ha sido motivo de análisis del núcleo duro de Sánchez, siendo conscientes de los temores al coste electoral, sobre todo en el socialismo andaluz. Las filas del PSOE cuentan con partidarios del indulto (son mayoría), detractores y pragmáticos que, sin posicionarse abiertamente a favor o en contra, apelan a medir los tiempos.