Sánchez desoye la marejada por blanquear a Bildu: “Es ruido”

Sin embargo, ordenó a su secretario de Organización desactivar a los barones

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Ricardo Rodríguez

Publicado el - Actualizado

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Pedro Sánchez tiene en sus manos el pasaporte en regla para emprender la travesía de los tres años que resta aún para agotar la Legislatura. La alianza Frankenstein ha sido concebida para perdurar hasta 2023 “y más allá”, como reconoce el entorno presidencial, asentadas las bases para un proyecto destinado a dos mandatos de Sánchez, alcanzando sobre el papel el 2027.

Con los Presupuestos Generales del Estado aprobados de facto, una vez recibida la luz verde a su tramitación parlamentaria, el consorcio Pedro Sánchez vs Pablo Iglesias tira para adelante, aún al coste de incorporar a Bildu “a la dirección del Estado”. Un salto cualitativo porque hasta ahora el Presidente había evitado dar carta de naturaleza a la negociación gubernamental con los herederos de Batasuna y ello ante la convicción de que la opinión pública en ningún caso estaba lista para ese pacto. Así lo evidenciaba dejar los contactos en manos del Grupo Socialista.

Detrás del escenario, alejados de micrófonos y cámaras, se han desarrollado las conversaciones. Hasta ahora. La acción concertada de Pablo Iglesias con Arnaldo Otegi, que tantos aparentes rasgados de vestidura ha causado en La Moncloa, allana el camino a normalizar a Bildu como un actor político más. Tal triunfo propio llevó a los proetarras a reivindicar “un tiempo nuevo para acabar con el régimen”. El blanqueo ha instalado a los sectores tradicionales socialistas entre la desazón, la resignación y la marejada de barones.

Algo tan descabellado llevó a Guillermo Fernández-Vara a apuntar en tuits su dolor y hasta la necesidad de acudir a la farmacia para comprar un antiemético, un medicamento para impedir el vómito. José Luis Ábalos, secretario de Organización del PSOE, se encargó por orden de Sánchez de frenar al mandatario extremeño. Su lamento de ninguna manera fue desdeñado de puertas para dentro. Precisamente, por su conocida lealtad a las siglas, Pedro Sánchez tiró de Fernández-Vara tras las convulsas primarias de 2017 a la Secretaría General para lograr el alineamiento en cadena de los barones. “Contención”, le reclamó Ábalos.

La consigna de guardar silencio se hizo extensible a otros presidentes autonómicos que, en privado, reconocieron, haber recibido instrucciones en ese sentido. En La Moncloa les cambió la cara, como ya relató la Cadena COPE, la contundente irrupción en Herrera en COPE del castellano-manchego Emiliano García-Page que reventó el mandato de perfil bajo al alertar contra las derivadas para el PSOE del acuerdo con Bildu. Embestidas, cabe recordar, atribuidas entre cercanos a Sánchez a un “nerviosismo” por el control absoluto que sobre el partido ejerce el Presidente y que será ratificado al arranque de 2021 en el 40 Congreso Federal.

Siendo indiscutible su poder interno, Pedro Sánchez, según estrechos colaboradores, minimizó la controversia con federaciones, tachándola de “ruido”. El jefe del Ejecutivo tiene muy claro que la prioridad es su supervivencia y ello pasa por consolidar la mayoría de la investidura para garantizarse las cuentas públicas. Sin atisbo de contrición moral, los argumentarios oficiales se abrieron paso. A saber: El diálogo es con “todos” los partidos, también con Bildu, para una “emergencia nacional”, “cuestión de Estado”, pero “el PP ha dimitido de su responsabilidad”, etc., etc. Mientras, el PSOE se palpa y está lejos de reconocerse.

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