Sánchez se enreda con la "mesa de diálogo" para Cataluña
La Moncloa pone el foco en la división del independentismo
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A veces los Gobiernos se pegan ellos mismos tiros en el pie con decisiones cuyo desenlace pueden valer una Legislatura y su éxito, en cualquier caso, está lejos de vislumbrarse. Con la concesión de los indultos a los líderes presos del “procés” y la amplia remodelación ministerial, Pedro Sánchez intentó un punto de inflexión, buscó promover una “nueva etapa”, centrar todo el foco en la agenda económica y social, a la vista del desgaste sufrido en las encuestas.
En consonancia con esa estrategia, el Presidente arrancó el 1 de septiembre el curso político en la Casa de América de Madrid, rodeado del grueso de su gabinete, empresarios, sindicatos, miembros de la sociedad civil, y eludió citar la crisis de Cataluña entre sus prioridades.
El empeño de Sánchez por sepultar la cuestión quedó evidenciado 7 jornadas más tarde, el pasado día 8, en las Cortes durante su discurso ante los parlamentarios del PSOE. El silencio presidencial fue absoluto en plena cuenta atrás a la reunión de la llamada mesa de diálogo.
El foro negociador previsto en Barcelona, probablemente el jueves, llega sin despejar aún la incógnita de la asistencia de Sánchez. Él mismo parece reservarse este lunes por la noche el anuncio de su decisión en una entrevista programada en la segunda edición del telediario de TVE.
Su presencia o no y también la fecha definitiva y el orden del día de un encuentro cuya composición gubernamental pasa por el titular de Presidencia, Félix Bolaños, además de los de Política Territorial, Isabel Rodríguez, Transportes, Raquel Sánchez, Cultura, Miquel Iceta, y la vicepresidenta segunda, Yolanda Díaz, y el ministro de Universidades, Manuel Castells.
Que a estas alturas La Moncloa haya evitado aclarar la concurrencia de Pedro Sánchez da idea hasta qué punto la cita les quema las manos. El Presidente ha estado decidido a evitar esa foto, pero sorprendentemente ha ido enredándose con la “mesa” y su coste. Y no será porque no sea el suyo un equipo volcado en la comunicación y la estrategia. Quizá por eso mismo Sánchez ha escuchado toda suerte de opiniones.
A favor y en contra. Sea como fuere, si la convicción de Pedro Sánchez es “el reencuentro” con la Generalidad de Cataluña, ¿por qué no asumirla en primera persona? No habiéndolo hecho ya, un paso al frente – si llega – será interpretado como fruto de la presión de Pere Aragonés que encabeza la delegación catalana.
El lío está ya servido con la pretensión de La Moncloa de incluir como un asunto a tratar la ampliación del aeropuerto de El Prat, paralizada días atrás por diferencias entre los socios tanto de la Generalidad de Cataluña como del Gobierno.
La ausencia de unidad de criterio en ninguno de los lados de la mesa sobre la inversión de 1.700 millones de euros en el proyecto de AENA que afectaría al espacio protegido de La Ricarda, extremo que rechazan ERC y UP, puede funcionar al Ejecutivo para desviar la atención de la agenda separatista. Es decir, amnistía y autodeterminación. De ahí que la titular de Transportes vaya a tener un asiento.
La Diada ha dejado al entorno de Pedro Sánchez la imagen de los secesionistas sin capacidad para recuperar pulso en la calle, divididos, y con el propio Aragonés en el punto de mira.
El Gobierno, bajo la creencia de que la “mesa de diálogo” no condicionará la negociación de los próximos Presupuestos Generales del Estado, se apunta como un tanto el agrietamiento del bloque independentista. “Vamos a ganarles con su fractura”, inciden en La Moncloa después de constatar un 11-S con una causa común escrita con renglones torcidos. Con todo, a pesar de trasladar optimismo, la pelota lanzada al tejado de los separatistas en general y de Aragonés en particular con las medidas de gracia sigue sin ser correspondido con los materiales para encarrilar una entente de los dos Ejecutivos clave para la propia supervivencia de Sánchez.