Dentro de la evacuación de civiles de la planta de Azovstal: “Mucha gente tenía miedo de salir”

Muchas personas mayores no podían caminar bien y tenían que subir entre escombros, cuenta a COPE Saviano Abreu, de la ONU, presente en la operación

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Dentro de la evacuación de civiles de la planta de Azovstal: “Mucha gente tenía miedo de salir”

Manuel Ángel Gómez

Publicado el - Actualizado

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“Había mucha gente que tenía miedo a salir después de estar en un abrigo subterráneo durante dos meses, sin ver la luz del día, con bombardeos constantes desde fuera, encima de sus cabezas el ruido de los bombardeos”, asegura Saviano Abreu, responsable de la Oficina de Naciones Unidas para la Coordinación de Asuntos Humanitarios (OCHA) que ha participado en las gestiones de las tres operaciones de evacuación de civiles de la ciudad de Mariúpol y ha estado presente en una de ellas. Explica a COPE que la primera evacuación “tardó días, fueron cinco días para recorrer una distancia de 230 kilómetros, ir y volver nos costó cinco días; la segunda fue más rápida porque había cosas que ya habíamos hecho en la primera”. “Son operaciones difíciles, pero por lo menos conseguimos traer a casi 500 personas a Zaporiyia y están ahora seguras, y por lo menos han podido salir del terror que estaban viviendo”, señala. Dice Abreu que “no hay un criterio de selección, el criterio de selección es que las personas quieran salir, para que sean evacuadas tiene que ser una decisión propia de cada persona, tienen que querer salir de esta zona, y muchas no las tenían todas consigo de querer salir y de que fueran a estar seguras al salir”.

Los representantes de la ONU que han intervenido en estas operaciones no han llegado a entrar en la planta siderúrgica de Azovstal. “Nosotros no pudimos, no hay las garantías necesarias para que entráramos en la planta de Azovstal, no entramos ahí. Lo que se hizo fue acordar un punto de recogida lo más próximo posible a la planta. Desde ahí se veía salir a las personas, pero sólo un contacto visual para estar seguros de lo que estaba pasando, sin entrar. Las personas salían, nos encontraban en un determinado punto, de ahí íbamos a unos autobuses y seguíamos con ellas”, indica el responsable de OCHA. Y cuenta que “la gente salía de una manera que no te puedes imaginar. Muchas de las que vinieron eran personas mayores, que ya no están para ir subiendo entre escombros -y es exactamente lo que tenían que hacer-, sin poder caminar bien, con problemas de movilidad, tenían que subir entre escombros para salir al exterior, porque había sido completamente bombardeado”. Asegura Saviano Abreu que “era desgarrador ver cómo venían las personas mayores y cómo habían estado estos meses allí. Una pareja de ancianos muy muy mayores

que caminaban con mucha dificultad, y cuando llegaron a este punto en el que había que cambiar de autobuses nosotros ayudábamos y estábamos ahí para ayudar. El señor me vio y pidió que le ayudara, él no podía caminar bien. Me cogió del brazo, iba apoyado y yo fui caminando con él. Su mujer vino, tenían dos bolsas de plástico con sus ropas, con sus pertenencias, nada más. Vino hablando conmigo desde el autobús uno al autobús dos; yo no entendía una palabra de lo que decía y en ese momento no tenía a nadie conmigo que hablara ruso o ucraniano, pero él me habló todo el tiempo. Yo contestaba como podía. Era esa necesidad de poder expresarse, de poder hablar con alguien que no estuviera en aquella situación de terror en la que ellos estaban. Me llamó mucho la atención esta pareja de personas mayores que sabían que yo no les entendía, pero querían comentarme algo. Te imaginas a tu abuelo o tu abuela teniendo que salir de una zona de guerra yendo no sabe a donde, con la expectativa de al menos no estar en un área que está siendo bombardeada constantemente”.

En estas operaciones no sólo se ha evacuado a personas de la planta de Azovstal y de Mariúpol. También recogían a civiles por el camino. Abreu dice que pararon “en un pueblo que se llama Tokmak, que está cerca de Zaporiyia. Había una señora mayor que estaba en la carretera parada, con un grupo de civiles. Cuando paró el autobús se subieron su hija y las dos nietas. Y ella se quedó. Le pregunté por qué y me decía que ese era su hogar, donde nació, donde creció y no quería irse, aunque sabía que no estaba segura y que no era lo más agradable estar en una zona que recibe bombardeos y en la que hay combates. Ella no quiso salir. Tiene que ser durísimo pensar que dejas que se vaya tu familia sin saber si les podrás ver otra vez, sin garantías de que se puedan volver a ver”.

Durante las evacuaciones hubo algún incidente, no grave. “Hubo un momento en el que descubrimos que uno de los caminos por donde tenía que pasar la gente estaba minado, se tuvo que pedir a lo militares que iniciaran el proceso para quitar las minas para que pudiéramos pasar. No hubo nada que pusiera en riesgo directamente nuestra seguridad, pero sí incidentes normales en una zona en guerra”, según este responsable de la ONU.

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