El embajador de Venezuela en Italia dimite por no poder hacer frente a los gastos de la Embajada

A las deudas respecto al edifico se une el gasto del personal

El embajador de Venezuela en Italia dimite por no poder hacer frente a los gastos de la Embajada

Eva Fernández Huéscar

Roma - Publicado el - Actualizado

6 min lectura

Cuando el embajador de Venezuela en Italia, Isaías Rodríguez decidió presentar su renuncia a Nicolás Maduro, la situación en la embajada era ya era insostenible. Se acumulaban las facturas y llevaba tres meses sin poder pagar el alquiler. El edificio que alberga la Embajada, en cuya placa se puede leer “Embajada de la República Bolivariana de Venezuela en la República Italiana” se encuentra en el barrio del Parioli, una de las zonas más caras de Roma, por lo que lo precios del alquiler son muy altos. Las deudas de la delegación con las autoridades italianas se acercan a los 9 millones de euros según Isaías Rodríguez.

A las deudas respecto al edifico se une el gasto del personal. Aunque en la misiva enviada por Isaías Rodríguez, que lleva al frente de la embajada desde 2011, aseguraba que once empleados de la Embajada no cobran desde hace 4 meses, fuentes cercanas a los trabajadores aseguran a COPE que la realidad es bien distinta, porque casi todos llevan un año sin cobrar.

Una de las consecuencias derivadas del colapso económico que se vive en Venezuela es que el país no tiene divisas para pagar a los empleados de las embajadas, algo que está ocurriendo en el resto de delegaciones del mundo.

Ante esta situación el embajador Isaías Rodríguez ha decidido renunciar a su puesto a través de una carta en la que este político, que desempeñó el cargo de vicepresidente de la Asamblea Nacional Constituyente, asegura que estará siempre al lado de la causa de Maduro y que mantiene intacta "la fe absoluta en el chavismo", aunque reconoce que se ha “aferrado al chavismo, en medio del océano de contradicciones que rodea su Gobierno”. 

Su decisión es definitiva y deja el cargo, afirma en el texto, sin rencores y sin dinero, aunque también aduce razones de salud: En la misiva, que no tiene desperdicio, añade detalles muy concretos, como por ejemplo que su esposa ha tenido que vender la ropa y las joyas que le regaló su ex marido para poder hacer frente a los gastos domésticos, lo que el Embajador asegura que se debe al “bloqueo norteamericano” y que incluso él está intentando vender el vehículo que compró al llegar a la Embajada. A partir de ahora, insiste, se dedicará a ejercer de abuelo.

La situación de falta de pagos en la Embajada es muy similar a la que viven todos los pensionistas que se encuentran fuera de Venezuela. En Italia son unos 1.000 que llevan sin percibir ningún ingreso desde el año 2015, aunque hayan estado cotizando durante toda su vida en Venezuela, por lo que en estos momentos la mayoría sobrevive gracias a la ayuda de distintas entidades caritativas.

Conviene recordar que Isaías Rodríguez desde su puesto de Embajador ha negado reiteradamente que el país sufriera una crisis humanitaria. Insistía en que Venezuela estaba siendo víctima de una guerra petrolera para apoderarse de sus recursos.

Aquí puede leer la carta de renuncia completa del embajador de Maduro

Ciudadano, Nicolás Maduro Moros, Presidente Constitucional de la República Bolivariana de Venezuela

Estimado Presidente:

Desprovisto de alardes y con un inmenso respeto por esta batalla digna y valiente que ha librado contra el imperio declinante, me dirijo a usted en la oportunidad de presentar mi renuncia al cargo de Embajador Plenipotenciario de la República Bolivariana de Venezuela ante la República de Italia.

Debo reconocer que nací para martillo y del cielo me caen los clavos. No he aprendido a regatear indulgencias y ello es terrible y agotador en la política del día a día. Afortunadamente, el dolor proporciona confianza y seguridad; el dolor es necesario y opcional, cuando los pasajes duros se atraviesan frente a nuestra dignidad. Sepa usted, Presidente, que sigo senderos rectos como los de una lanza.

Su causa, que es la mía, me ha retenido como un campo de fuerza, como un imán. Con fe absoluta me he aferrado al chavismo, cual una tabla en este océano de contradicciones que rodea su Gobierno. He llegado, sin embargo, a comprender definitivamente que no puedo convertir el agua en vino, ni resucitar a los muertos. Muchos de sus discípulos tienen muy poco de apóstoles, y es cuando todos nos preguntamos ¿si es la iglesia o dios quien está fallando?

Como San Pablo, el gran faquir, renuncio a mi trabajo de recaudador y me largo al infierno. Puede usted estar seguro que cantando enfrentaré cualesquiera de las muertes que me esperan ¡Ya no aguanto más! Se ha irrespetado la Embajada donde lo represento, y tengo 77 años. Mi frente está y estará en alto, no soy de los que se quedan mirando los zapatos. Toda la vida he rechazado las injerencias que pretendan humillar o alterar mi consciencia y mi espíritu.

Quiero que sepa usted, que estoy y estaré a su lado. Pero espiritualmente. Es mi turno de ser abuelo. Lo he diferido mucho tiempo y no quiero morir sin ejercer este oficio que lo ha retardado la política. Me alisto en la Fuerza Espiritual de Operaciones Especiales para los Nietos. Necesito mucho de ellos para poder contar y escribir las historias de este tiempo, vivido desde 1.998 hasta la fecha en la cual suscribo esta carta.

La fe, Presidente, es una lección, pero también una elección. No tengo nada de que arrepentirme; he sido feliz entregándome a una de las causas más bellas de la vida: la libertad de mi país. He querido ser un compañero leal y no un diletante adulador y temeroso. No me metí en esto para sacar una espada de una piedra y convertirme en el rey Arturo. Creo en su causa y puedo bailar mazurcas con Ana Karénina. La cruz que he cargado durante estos años la acepto con benevolencia y afabilidad, como un gesto de gracia. No soy de quienes se rajan la camisa para luego decir: “mira lo que hice por ti”.

He visto mucho marketing al lado suyo y también al lado de Chávez. La gente constantemente se bautiza, pero jamás se libera de sus pecados; sepa usted, Presidente, que su pueblo no solo es insobornable sino, también, difícil de engatusar. Mucho más allá de los partidos, ese pueblo, es una gran familia que debe superar el odio. Con el tiempo sabremos quienes somos, y a quienes nos hemos parecido, a Bolívar o a Santander.

Me voy (del cargo) sin rencores y sin dinero. Mi esposa acaba de vender las prendas que le regaló su ex esposo, para poder mantenernos frente al bloqueo norteamericano. Estoy intentando traspasar el vehículo que compré al llegar a la Embajada y, como usted sabe, no tengo cuenta bancaria, porque los gringos me sancionaron y la banca italiana me echó de su lonja. Clavaron mi honestidad en una pica, pero cuando muera sabrán exactamente cual patrimonio dejo a mis hijos. Guardaré los recuerdos que de usted tengo en una caja con pelotas de naftalina.

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