Isabel II, entre la magnanimidad y la amenaza
La “cumbre de Sandringham” concluye con puente de plata para Harry y Meghan
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Una lectura veloz del comunicado emitido por la reina de Inglaterra nada más acabar la reunión cara a cara con su hijo y sus dos nietos -con invitada virtual desde Canadá- nos lleva a la primera conclusión: Isabel II acepta la decisión adoptada por los duques de Sussex y les concede seguir adelante con sus planes. En una maniobra clara de control de daños, asume casi como decisión propia que habrá un “periodo de transición” durante el cual vivirán entre Canadá y el Reino Unido, y califica de “muy constructivas” las conversaciones mantenidas.
Se intuyen sentimientos, incluso, cuando una mujer aséptica de 93 años se permite escribir estas palabras: “Mi familia y yo apoyamos totalmente el deseo de Harry y Meghan de crear una nueva vida como joven familia. Aunque hubiéramos preferido que siguieran trabajando a tiempo completo como miembros de la Familia Real, respetamos y comprendemos su deseo de vivir una vida más independiente como familia, sin dejar de ser una parte valiosa de la mía”.
Sin embargo, en la inusual declaración de la monarca hay varias elipsis y omisiones, que prometen nuevos capítulos:
Son las palabras de una abuela a un miembro muy querido de su familia que decide marcharse. Ahora faltan las de la jefa de estado cuyo deber vital es proteger la institución.