¿Sabías que Italia tiene su propia “prisión de Alcatraz”?

Se encuentra en una pequeña isla cerca de Nápoles y tras haber sido utilizada durante 170 años como penal se va a reconvertir en un emplazamiento turístico

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Eva Fernández Huéscar

Roma - Publicado el - Actualizado

4 min lectura

Se encuentra en una pequeña isla cerca de Nápoles y tras haber sido utilizada durante 170 años como penal se va a reconvertir en un emplazamiento turístico.

¿Qué lugar mejor para construir una prisión inexpugnable que una pequeña isla de la que evadirse fuera casi imposible? La isla de Santo Stefano forma parte del archipiélago de las islas Pontinas y a lo largo de los últimos 170 años en sus celdas han estado encarcelados centenares de presos. Durante algunas épocas las condiciones de los detenidos, tanto presos comunes como disidentes políticos fueron durísimas.

Aunque la prisión más famosa del mundo sea la de Alcatraz, históricamente la de esta pequeña isla volcánica no le va a la zaga. Ahora el gobierno italiano ha destinado 70 millones de euros para reformar la antigua cárcel y convertirla en un punto de atracción turística.

Una isla convertida en prisión desde la antigüedad

San Stefano se encuentra muy cerca de otra isla, la de Ventotene, que ya durante la época romana fue utilizada como lugar de confinamiento. Allí, en el S. 2 aC, el emperador Augusto envió al exilio durante 5 años a su hija Julia. Años más tardes la propia hija de Julia, Agripina, madre del futuro emperador Calígula, también fue enviada por Tiberio a esta isla, en la que según cuentan las crónicas se sometió a una huelga de hambre por la que murió. Siguiendo con esta costumbre, Nerón envió al exilio de San Stefano a su esposa Octavia y después ordenó su asesinato. Tiempo después Flavia Domitila, hija del emperador Vespasiano fue confinada en la isla, fruto de su conversión al cristianismo.

Las costas de la isla de Santo Stefano son escarpadas. Aunque fue colonizada en muchas ocasiones, terminó siendo abandonada tras las constantes incursiones de los piratas sarracenos. En el siglo XVIII el rey de Nápoles, Fernando IV decidió repoblar las Pontinas con presidiarios que tenían la obligación de construir las casas, y formar hogares.

En estos momentos el único edificio que queda en pie en la isla es la cárcel construida entre 1974 y 1975 por Fernando VI, que fue utilizada hasta 1965.

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De cárcel a centro turístico cultural

Hay que tener en cuenta que Santo Stefano se encuentra dentro de un parque marino protegido, muy frecuentado por pescadores, bañistas y buceadores.

De momento su acceso sigue siendo complicado, puesto que no dispone de muelle y aún hoy los que desean visitar la prisión deben caminar durante 40 minutos por un sendero empinado hasta llegar al centro penitenciario que fue construido con forma de herradura. Todavía en los alrededores pueden verse antiguos carteles que advierten de las penalidades con las que se podían encontrar quienes atravesaran sus puertas: “Este es un lugar de sufrimiento”; “Este es un lugar de expiación”, “Este es un lugar de redención”.

La propuesta del gobierno italiano es crear un museo multimedia que cuente la historia de la cárcel, de alguno de los presos ilustres que la habitaron y paralelamente realizar actividades culturales, artísticas, impartir congresos y conferencias etc.…

En la antigua casa del director y en los vestuarios del campo de fútbol se construirá un albergue de unas 30 habitaciones para poder pernoctar a bajo coste. En el concurso público de ideas presentado por el gobierno también está previsto crear un restaurante aprovechando la antigua panadería, que cuenta con una impresionante vista panorámica sobre el mar. Desde allí se puede divisar tanto la isla de Ischia, a 32 kilómetros de distancia, como el Vesubio.

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La Alcatraz de Italia

Durante siglos, criminales y disidentes políticos fueron enviados a Santo Stefano para que murieran olvidados del mundo.

La prisión del siglo XVIII aseguraba que los guardianes pudieran tener un control total de los presos. Estaba dividida en 3 pisos con 33 celdas cada uno. Ninguna de las celdas tenía ventanas. Todas daban al interior. Dado el difícil acceso a la cárcel, presumiblemente la comida escaseaba y casi nunca se comía carne.

Durante la etapa del fascismo en Italia, los opositores al régimen fueron encarcelados en las celdas de Santo Stefano. Al finalizar la Segunda Guerra Mundial la vida de los presos cambió definitivamente con la llegada de Eugenio Perucatti. Este nuevo director humanizó la vida en la prisión y diseñó un proyecto para que la isla fuera autosuficiente. Creó huertos, panaderías y permitió que los internos elaboraran productos de artesanía para que pudieran conseguir algunos ingresos. También construyó un cine, un campo de fútbol y puso en marcha el alcantarillado.

Uno de los pesos ilustres que pasó por la cárcel de la isla fue el político Sandro Pertini, quien estuvo encarcelado en Santo Stefano de 1935 a 1943. Más tarde se convirtió en presidente de Italia en 1978.

La remodelación de la cárcel se convertirá en un homenaje a todos los que fueron encarcelados en esta isla a lo largo de los siglos.

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