Cristianismo de la luz

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Redacción digital

Madrid - Publicado el - Actualizado

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Hace unas horas se ha abierto la capilla ardiente con los restos mortales de Benedicto XVI. Miles de fieles hacen cola para despedirse del papa emérito. La Iglesia muestra su universalidad agradecida por el gran don de una inteligencia de la fe que era inteligencia de la realidad. Ratzinger siempre concibió y vivió el cristianismo como la “religión del Logos”. Huyó de una fe irracional, y de la confusión del cristianismo con la costumbre y con la religión de Estado. Siempre fue un apasionado del cristianismo de la luz.

Sus manos están enlazadas con un rosario y parece que van a volver a abrirse para explicar que la libertad, también la libertad religiosa, es “consecuencia intrínseca de la verdad que no se puede imponer desde fuera, sino que el hombre la debe hacer suya sólo mediante un proceso de convicción”. Siempre subrayó que una Iglesia misionera, consciente de que tiene el deber de anunciar su mensaje a todos los pueblos, necesariamente debe comprometerse en favor de la libertad de la fe.

Los que rezan ante los restos del gran Benedicto XVI escuchan su secreto: “tener trato con Dios es para mí una necesidad, tan necesario como respirar todos los días. Si Dios no estuviese aquí presente, yo ya no podría respirar de manera adecuada”. Ahora respira a pleno pulmón.

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