La democracia puede morir, y no solo en Venezuela
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Madrid - Publicado el - Actualizado
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Cayó Al Assad y nadie puede con Maduro. ¿Qué poderosas razones se conjuran para que este dictador y su camarilla pervivan en el poder? Con 1900 presos de conciencia en la cárcel, una represión brutal y el empobrecimiento progresivo de la población, Maduro sigue disfrutando de la protección de sus amigos del exterior. Ellos son los que hoy han permitido que el tirano haya protagonizado el autogolpe que le mantiene en Miraflores.
China y Rusia, Díaz Canel, Scheinbaum, Ortega y Petro arropan a Maduro, el narco le financia y cierta izquierda europea le ha convertido en el nuevo mito de la resistencia antiimperialista. Todos ellos padecen una intencionada ceguera moral que les permite endiosar al tirano, despreciar al legítimo presidente electo y aborrecer a María Corina Machado. Hoy celebran que Maduro se impuso por la fuerza bruta frente a la voluntad política del pueblo venezolano. Sirvan las palabras que Miguel de Unamuno pronunció hace casi 90 años a quienes en España justificaban la victoria por la fuerza: «Tened en cuenta que vencer no es convencer ni conquistar es convertir».
Deberían aprender la lección la Unión Europea y todos los gobiernos democráticos del mundo, incluido el español. No haber protegido al pueblo venezolano como es debido ha facilitado lo que hoy ha sucedido en Caracas. La democracia, cuando no se defiende, puede morir, y no solo en Venezuela.