Elecciones y debate cultural
Sería deseable que, tras las elecciones del próximo noviembre, una mayoría de votantes superara la polarización
Madrid - Publicado el
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La política siempre refleja la cultura que domina en un determinado período o en un determinado país. Donald Trump triunfó en la década que va de 2010 a 2020 porque encarnó, en gran medida, un sentimiento dominante: la indignación. La clase rural blanca se sentía estigmatizada y reclamaba reconocimiento y una mayor representación.
Trump era perfecto para ese momento. Desdeñado por las élites, era el hombre que encarnaba la lucha contra el establishment. Trump se ha alimentado de un discurso basado en la decadencia del país. Según él, los migrantes, los intelectuales, los progresistas, habrían destruido las esencias norteamericanas. Había que hacer América grande de nuevo.
Kamala Harris intenta aprovecharse del cansancio que provoca esa actitud tan pesimista. En realidad, la candidata demócrata no destaca por la defensa de un programa ni claro ni novedoso. En materia de política sanitaria ha cambiado varias veces de opinión y ahora acepta a las aseguradas privadas para las prestaciones del Medicare. Promete la condonación de parte de las deudas de los consumidores y una subida del impuesto de sociedades. Y está comprometida con propuestas radicales de la izquierda demócrata en temas como el aborto y la ideología de género. Pero para muchos votantes, ella significa simplemente la posibilidad de parar a Trump.
Sería deseable que, tras las elecciones del próximo noviembre, una mayoría de votantes superara la polarización. Pero ese cambio cultural implica cambiar los juicios de valor sobre qué permite convivir y cómo estar en el mundo.