J. L. RESTÁN | LÍNEA EDITORIAL

Encarcelado por blasfemia

El exgobernador de Yakarta, un cristiano de origen chino conocido como Ahok, ha sido condenado a dos años de cárcel por un supuesto delito de blasfemia. La historia que corre detrás de esta infamia no es otra que la pretensión de grupos fundamentalistas musulmanes que se oponen a que un no musulmán ejerza cargos públicos. La jugada les ha salido redonda. El ex Gobernador, que durante su mandato recibió el apoyo de muchos electores musulmanes, se ha visto ahora condenado por defender el derecho ciudadano a elegir a los cargos públicos independientemente del credo religioso que estos profesen. Las cartas están sobre la mesa. Los abogados de Ahok presentarán recurso pero con la clara conciencia de que el sistema judicial indonesio es frágil y que el poder de coacción e intervención de los grupos fundamentalistas islámicos es muy fuerte. Lo que suceda con Ahok es grave para él y para su familia, pero abre un precedente que afectará a las minorías religiosas y a sus derechos de ciudadanía. Es verdad que Ahok no cuenta solo con el apoyo de cristianos, sino también de musulmanes, un dato que es motivo de esperanza. La línea divisoria no se traza entre cristianos y musulmanes, sino entre los defensores de la libertad y quienes están dispuestos a sacrificarla. Este es el terreno sobre el que hay que trabajar en Indonesia, un inmenso país en el que el fundamentalismo islámico trata de manipular las creencias con el único objeto de conquistar el poder y perpetuarse en él.

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Redacción digital

Madrid - Publicado el - Actualizado

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