Muchos modos de ser estadounidense

A una semana de las elecciones presidenciales en los Estados Unidos, las encuestas muestran una ligera ventaja de Donald Trump. En el mitin del republicano en el Madison Square Garden de Nueva York, uno de los teloneros ha hecho un chiste racista contra los puertorriqueños, veremos si eso le resta intención de voto. En el entorno de Harris se repite que Trump es un fascista. La polarización continúa escalando.

La fragmentación social e ideológica de Estados Unidos no es nueva. Hubo momentos, antes de la Segunda Guerra Mundial, parecidos a los que se viven ahora. Lo nuevo es que las élites utilizan esa fragmentación en su beneficio. Toda sociedad vive, sobre todo en momentos de transición, tensiones intensas. El problema surge cuando se piensa y se siente que “los otros” no son “buenos estadounidenses”. La fractura profunda se abre cuando se traza una línea dentro de una comunidad y una parte niega su pertenencia a la otra. Se parte del supuesto de que solo hay una manera de ser, en este caso, estadounidense. Una nación no es solo un conjunto de instituciones sino un fenómeno cultural. La política siempre necesita algo que está más allá de la política. Y si eso no existe o es puro enfrentamiento, una nación no está en pie.

Las consecuencias también son antropológicas. Si se afirma que los otros están excluidos de la pertenencia que se comparte, las personas viven siempre dominadas por el miedo, a la defensiva. Es el otro, el que comparte conmigo la pertenencia a una comunidad política o de otro tipo, el que me desvela quién soy.