El Papa misionero

Feliz y contento ha podido verse al Papa durante su viaje de casi dos semanas por varios países de Asia y Oceanía. En las antípodas, prácticamente, de Roma, Francisco ha encontrado una oportunidad privilegiada de transmitir con hechos diversas enseñanzas que son centrales en su pontificado. 

Su viaje ha mostrado una Iglesia decididamente misionera, que dialoga con otras religiones y culturas, y une fuerzas con todas las mujeres y hombres de buena voluntad en defensa de la paz y del cuidado de la Casa Común. 

Ni siquiera el frustrado atentado contra el Pontífice en Indonesia ha desvirtuado estos mensajes, sino que ha subrayado la necesidad de construir de manera artesanal, como le gusta decir al Papa, una relación de amistad y de confianza capaz de hacer frente a los múltiples y difíciles retos que siempre van a amenazar la convivencia. 

Sus encuentros con niños huérfanos y migrantes en Indonesia o con ancianos y enfermos en Singapur han servido también para poner en evidencia ante el mundo el drama del descarte de grupos enteros de personas, por lo que resulta imprescindible cultivar una mirada de empatía y compasión.

Para la historia quedarán también imágenes con la multitudinaria celebración de la Eucaristía en Timor Oriental, un país que todavía da sus primeros pasos como Estado y al que se ha visto vibrar durante esta visita. 

Sin tiempo casi para deshacer maletas, el Papa comenzará en solo unos días un nuevo viaje a Bélgica y Luxemburgo, destinos geográficamente mucho más cercanos, pero no menos desafiantes para un Papa dispuesto siempre a abrir nuevas vías para la misión.