J.L. Restán | Línea Editorial

El suicida y el mártir

El Papa Francisco ha tenido este domingo unas emotivas palabras para las víctimas de la violencia terrorista y, en particular, para las de los recientes atentados en Manchester y en Egipto. Francisco ha puesto el dedo en la llaga al recordar que las víctimas del terror en Egipto eran fieles cristianos; cristianos coptos, que se acercaban a un santuario rezar y que fueron asesinados, tras negarse a renegar de su fe. Por eso hay que decirlo, sin complejos, como ha hecho el Papa; hay que rezar para que el Señor acoja en su paz a estos valientes testigos, a estos mártires del siglo XXI, y hay que rezar también para que convierta el endurecido corazón de los terroristas. El cristiano no busca el martirio, pero tampoco lo rehuye. En atinada descripción de Chesterton, que hoy sigue siendo de una vigencia emocionante, el suicida es el antípoda del mártir, porque el mártir es un hombre que se preocupa a tal punto por lo ajeno, que olvida su propia existencia. El suicida, sin embargo, se preocupa tan poco de todo lo que no sea él mismo, que desea el aniquilamiento general. La sangre de los mártires es semilla de cristianos; su muerte es fecunda también para la Iglesia. Por eso, no solo no los esconde sino que los propone como modelo. Al tiempo que se nos recuerda que, como dijo el Papa en el corazón del islam suní durante su reciente viaje a Egipto, la fe y la violencia son incompatibles, se nos llama a la conversión continua y se nos propone al mártir como modelo, que nos aleja de toda forma de odio y de venganza, y nos ayuda a descubrir el gran valor del testimonio de Cristo al dar la vida entera por nosotros.

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Redacción digital

Madrid - Publicado el - Actualizado

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