Termina la función

 

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Redacción digital

Madrid - Publicado el - Actualizado

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Después de asistir al teatro organizado por Pedro Sánchez en torno a la investidura, nos toca a los españoles emitir nuestro juicio en las próximas elecciones. Tenemos por delante dos meses de campaña en los que cada partido intentará justificar su papel en este periodo, y no será extraño que veamos altas dosis de cinismo y demagogia. De momento ha quedado patente una clara falta de madurez de muchos que se presentaban como la encarnación de una nueva forma de hacer política, empezando por el actual líder del PSOE. Los juegos teatrales de estos meses se han desarrollado mientras problemas muy serios, tanto en el orden interno como en la escena internacional, demandaban reformas de calado que habrían requerido grandes consensos, que una vez más tendrán que esperar.

Una de las palabras más manoseadas en los últimos tiempos es el progresismo, convertido en etiqueta diferenciadora especialmente por la izquierda. El mayor progreso económico y social se ha conseguido en España gracias al consenso constitucional, a políticas moderadas y realistas que han primado la libertad y la cohesión social, así como la estabilidad institucional. Esas políticas auténticamente progresistas no son en absoluto patrimonio de la izquierda, ni en España ni en Europa. El “progresismo” que algunos venden consiste muchas veces en ingeniería social contraria al sentir común, y en una merma de la libertad de las familias y de los grupos sociales, algo muy alejado del progreso real de la convivencia y del respeto a los derechos fundamentales.

Herrera en COPE

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Con Carlos Herrera

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