Madrid - Publicado el - Actualizado
1 min lectura
Los vínculos de Rex Tillerston con Vladimir Putin amenazan con complicar su ratificación en el Senado como próximo Secretario de Estado. No pocos senadores republicanos han expresado sus reticencias a un candidato que, como presidente de ExxonMobil, fue condecorado por el Kremlin con la Orden de la Amistad. Se puede argumentar que Tillerston actuó conforme a los intereses de su empresa, no por convicciones ideológicas, pero su nombramiento se une al de otros conocidos rusófilos para cargos como el de asesor de Seguridad Nacional. Y se produce en plena investigación sobre la actuación de dos grupos de hackers rusos para favorecer la campaña de Donald Trump frente a Hillary Clinton. En esa campaña, el presidente electo defendió una política más cercana a Putin en asuntos como Ucrania, lo que no deja de resultar inquietante para Europa y otros aliados tradicionales de EE.UU. Claro que de nuevo Trump puede escudarse en el pragmatismo. El verdadero rival de Washington no es Moscú, sino Pekín. Y después de todo, el líder ruso puede tener razón en que Bachar Al Asad representa el mal menor en Siria. Pero en política pragmatismo significa también prudencia. Un presidente de EE.UU. que actúa como un empresario agresivo al frente de un equipo con escasa o nula experiencia política no contribuye precisamente a serenar los ánimos.