Madrid - Publicado el - Actualizado
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Hace tres semanas Barack Obama poco menos que ungía a Ángela Merkel en Berlín como sucesora. En pleno auge populista, la canciller parecía predestinada a liderar las fuerzas moderadas de Occidente por su capacidad de aunar solvencia económica y decencia en materia de derechos humanos. En su propio partido, sin embargo, el entusiasmo no es tanto. La CDU apuesta por ella para intentar un cuarto mandato, pero en el congreso de esta semana en Essen han faltado ilusión y convencimiento.La canciller se ha llevado incluso un pescozón al aprobarse una moción contra la doble nacionalidad pactada con los socios de gobierno socialdemócratas. Y ha tenido que endurecer su discurso sobre inmigración para satisfacer tanto a sus críticos como al partido hermano bávaro, la CSU, con el que tiene aún la difícil tarea de consensuar un programa electoral para septiembre. No es que el populismo tenga opciones de victoria en Alemania, frente a lo que sí ocurre en Francia y en Holanda, pero la perspectiva de que Alternativa por Alemania entre en el Bundestag ha puesto nerviosos a los conservadores. Y a esto se suma el tradicional rechazo germano a ejercer abiertamente el liderazgo en Europa. Las turbulencias en la Unión, al menos por ahora, no van a provocar que Merkel dé un paso al frente, como esperaba ver Obama, sino más bien que extreme todas las cautelas.