Madrid - Publicado el - Actualizado
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Alepo es la salida de Siria al Mediterráneo, así como la conexión más directa con el río Eúfrates. Es un lugar geográficamente privilegiado que los rebeldes, terroristas o mercenarios al servicio de terceros, han querido mantener como bastión. Eso ha hecho que se haya convertido en el símbolo de la guerra en Siria. Alepo representa la resistencia de sus ciudadanos y la codicia de quienes vieron en Siria un objetivo al servicio de intereses petrolíferos y gasísticos.Hoy sabemos que el ejército sirio ha detenido la ofensiva sobre Alepo. La información procede de Rusia, el aliado fiel de Al Assad, que ha declarado que la liberación de Alepo no es el fin de la guerra. Aún no sabemos cuánto durará esta terrible matanza. La cuestión ahora es ver cómo se defiende a los civiles inocentes, y si puede abrirse un corredor humanitario seguro.Estas son solo algunas de las preguntas ante un presente incierto y un futuro en el que hay que pensar. Es una necesidad que callen las armas y se abra el tiempo de la política para reconstruir un país que ya no volverá a ser el mismo. Las heridas producidas, el odio entre las comunidades, la dificultad del retorno de los exiliados, son desafíos inmensos que requerirán un compromiso y una rectitud que han brillado por su ausencia. De momento, sin embargo, hay que abordar el presente. Y este pasa por una tregua que permita evacuar a los civiles. No hay excusas.