El superministro Félix Bolaños ha sembrado de dudas el acuerdo firmado esta misma semana con el PP para la renovación del CGPJ. Es posible, vistas las reacciones, que al ministro y a su presidente no les guste que los medios de comunicación y las fuerzas políticas en general se feliciten por la vuelta a la normalidad institucional. Es posible que teman la reacción de Sumar, Podemos y ERC. Lo que sí se sabe es que, por dos veces y ante sendos medios de comunicación, el ministro ha dicho, pocas horas después de suscrito el Acuerdo, que lo firmado con relación a la despolitización del sistema de elección de los vocales del CGPJ no es vinculante para el Ejecutivo.

Podría ser que las declaraciones de Bolaños no fueran más allá de un alarde de arrogancia. Pero también podría suceder que se trate de una confesión verdadera. En ambos casos estaríamos ante una mala noticia. En el primer caso, porque el Gobierno demostraría su incapacidad para reconocer la legitimidad de los acuerdos alcanzados con el PP. En el segundo caso, porque el Gobierno consagraría el engaño y la mentira como modos normalizados de hacer política. Ganar, en democracia, no es dejar el marcador del adversario a cero, sino hacer posible que los triunfos alcancen a todos los participantes por igual. En asuntos de tanta enjundia como todos los que rodean al Poder Judicial el Gobierno debería ser más serio y, de paso, evitar la maledicencia.