Clientelismo político

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Clientelismo político

Redacción digital

Madrid - Publicado el - Actualizado

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Los pactos que van a hacer posible la investidura, especialmente los alcanzados con el independentismo de Puigdemont, son el ejemplo claro de un tipo de política clientelar. Se canjean prebendas por votos. Con el agravante de que en este caso las prebendas son una amnistía y una demolición, de facto, de los principios del Estado de Derecho.

El reparto de prebendas a cambio de apoyo político aparece con frecuencia en las democracias inmaduras y en aquellas que no cuentan con una administración moderna En ocasiones, el poder empresarial prefiere integrarse y participar del sistema clientelar existente a promover su reforma. Al clientelismo los anglosajones le llaman tyranny of cousins, algo así como la “tiranía de los parientes”. Se trata de un intercambio de favores. Era algo habitual en Roma y estuvo muy presente durante siglos en la historia europea: lealtad política a cambio de protección.

El clientelismo se combate con un sistema de partidos sólido y competitivo: unos y otros actúan como vigilantes de sus rivales. Cuando los partidos políticos vuelven a entrar en crisis, como ha sucedido en las últimas décadas en Europa, prospera el clientelismo. Entonces es fácil que, a cambio de votos o de financiación, se acaben otorgando sustanciosos contratos públicos. A esto último, en terminología anglosajona se le llama “crony capitalism”, capitalismo de amiguetes. Estamos ante un caso más grave porque no se cede sólo dinero de todos, se cede soberanía.

Herrera en COPE

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