Cultura del descarte en tiempos de coronavirus
La aplicación fría de esta suerte de utilitarismo es inhumana
Madrid - Publicado el - Actualizado
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La cultura del descarte, que con tanta frecuencia denuncia el Papa Francisco, está mostrándose con toda su crueldad en las controversias éticas surgidas en todo el mundo a raíz de la pandemia global que padecemos. Ponen los pelos de punta las noticias descarnadas de que algunos protocolos establecidos para decidir sobre el acceso a los recursos escasos están basados solo en la esperanza de vida. Se llegaría así a descartar a los ancianos o a las personas que no tuvieran más de dos años de esperanza de vida. La aplicación fría de esta suerte de utilitarismo es inhumana.
Toda vida humana tiene una dignidad intrínseca insoslayable. No debe utilizarse el criterio de la edad de forma aislada para decidir sobre el acceso a los recursos escasos. Es necesario buscar siempre alternativas mejores como la derivación a otros centros, o la solidaridad interterritorial que tanto se debate en estos días. Lo que deben buscar las autoridades a toda costa es conseguir el máximo de medios para sortear la escasez, lo que exige movilizar todos los recursos personales y materiales disponibles, tanto públicos como privados.
Como ha subrayado el Comité de Bioética de España, es necesario un juicio prudencial en cada caso. Ningún protocolo puede aplicarse sin más de manera mecánica, todo ser humano tiene derecho a una consideración personal. Como sostenía con agudeza el Doctor Marañón, no existen enfermedades sino enfermos y esa expresión común, tan llena de sensibilidad humana y sabiduría, debe ser subrayada en estos tiempos de encrucijada que nos toca vivir.