La debilidad de Francia

La campaña para las presidenciales francesas de 2017 puede declararse inaugurada desde ayer y no pinta bien para el Partido Socialista. El Gobierno de Manuel Valls superó una moción de censura presentada por la oposición, pero la magnitud del desgaste la da el hecho que, desde la propia izquierda, a punto estuvo de presentarse otra moción, a la que solo le faltaron las firmas de dos diputados. La reforma laboral ha partido a los socialistas por la mitad y generó ayer una nueva jornada de movilizaciones en la calle. Para evitar una derrota en la Asamblea Nacional, el Gobierno ha tenido que recurrir a un polémico mecanismo constitucional, al célebre artículo 49.3, y aprobar la reforma laboral por decreto. Valls se vio ya obligado a utilizar este mecanismo con el paquete liberalizador aprobado en 2015. La historia vuelve a repetirse, a pesar de que la reforma laboral está lejos del borrador inicial. El objetivo es impulsar el crecimiento y reducir la tasa de paro, hoy por encima del 10 %, casi el doble que en Alemania, que ya en 2003, con Gerhard Schröder, impulsó medidas como las que Francia se ha resistido hasta ahora a aprobar, con gobiernos de un signo o de otro. La diferencia es que, mientras los alemanes hicieron esas reformas con el acuerdo de los grandes partidos, en Francia, Hollande actúa obligado por Bruselas, sin siquiera el apoyo de sus correligionarios.