Está en cuestión la salud de nuestra democracia

La histórica militante socialista Amparo Rubiales, presidenta del PSOE de Sevilla, ha dimitido de su cargo tras el escándalo provocado por los insultos dirigidos al coordinador general del PP, Elías Bendodo, a quien calificó de “judío nazi”. El PSOE ha reaccionado con celeridad y contundencia exigiendo a Rubiales una rectificación inmediata, a la que ella se ha resistido. La presidenta del PSOE sevillano accedió solamente a retirar la palabra “judío”, pero insistió en calificar de “nazi” a Bendodo, que es de ascendencia judía.

Ante esa situación el PSOE se ha desvinculado públicamente de unas declaraciones que ha calificado de intolerables y, seguramente, las presiones se han intensificado ante las dimensiones del escándalo, una vez que se han pronunciado también las comunidades judías en España. La salud de nuestra democracia exigía que la protagonista de esos insultos saliese de escena, más aún tras su contumacia en el disparate. El debate político ya es de por sí duro y desabrido entre nosotros, demasiado, como para incluir expresiones de antisemitismo dirigidas contra un líder de un partido.

Este deplorable suceso debería servir para que las fuerzas políticas exigieran a sus representantes evitar cualquier tipo de insulto, más aún aquellos que implican un desprecio intolerable a la tradición cultural, étnica o religiosa de cualquier persona. Una democracia no se mide sólo por los procedimientos que la acompañan sino sobre todo por ello respeto efectivo a la dignidad de toda persona. Además, ya es hora de que el adversario político no sea en ningún caso demonizado. Eso es lo que conquistamos en nuestra Transición y no debemos permitirnos el lujo de perderlo.