Línea editorial: "La celebración que el mundo necesita"

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Línea editorial: "La celebración que el mundo necesita"

Redacción digital

Madrid - Publicado el - Actualizado

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El 30 de abril de 2000, al canonizar a sor Faustina Kowalska, Juan Pablo II instituyó la fiesta de la Divina Misericordia en el 2º domingo de Pascua. La imagen que acompaña esta celebración es la aparición de Jesús en el Cenáculo ocho días después de la resurrección, momento en el que invita a Tomás a tocar sus llagas y envía a sus discípulos al mundo con el poder de perdonar los pecados. La Divina Misericordia, decía Juan Pablo II, es el límite que Dios impone al mal.

La convicción contenía una fuerza imposible de exagerar para la generación del papa polaco, que padeció la ocupación nazi y la persecución soviética. Jesús había vencido a la muerte para dar cumplimiento definitivo a la Buena Noticia. Como explicaba Joseph Ratzinger en la segunda parte del libro “Jesús de Nazareth”, los discípulos son testigos de un acontecimiento único. Así es como se opera en ellos el cambio radical, de esconderse temerosos a proclamar el Evangelio por el mundo entero.

Han pasado dos mil años, apenas 60 o 70 generaciones. Si el mundo vive, en gran medida, de espaldas a esta referencia, se debe a que el entusiasmo inicial de los discípulos se ha vuelto tibio. Esto es lo que quiere ayudar a remediar la ACdP que, por segundo año, celebró ayer en el centro de Madrid la fiesta de la Resurrección con un impresionante elenco de artistas. La Europa de hoy no sale de experiencias traumáticas como en tiempos de Juan Pablo II, pero tampoco anda sobrada de esperanza. Proclamar en la vía pública que realmente hay mucho que celebrar no podría ser más oportuno.

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