Línea Editorial COPE: El ejemplo de António Costa
Esta lección dice mucho de la salud de la democracia portuguesa
Madrid - Publicado el - Actualizado
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El primer ministro portugués, Antonio Costa, acaba de dar una lección de integridad política y de coherencia personal al presentar su dimisión. Está envuelto en un proceso de investigación judicial por delitos de prevaricación y corrupción relacionados con el sector del litio y del hidrógeno verde, dos prioridades de la transición energética alentadas con fondos procedentes de la Unión Europea.
Esta lección dice mucho de la salud de la democracia portuguesa en la que existe una clase política que entiende lo que significa al servicio al bien común y asume su responsabilidad en el momento oportuno. Pese a contar con el respaldo parlamentario, el primer ministro portugués ha sido categórico a la hora de tomar la decisión de marcharse cuando ha afirmado que “la dignidad de las funciones del primer ministro no es compatible con ninguna sospecha sobre su integridad”.
Aun defendiendo su inocencia, la sola noticia de la investigación de este caso, en el que está implicado su jefe de gabinete y otras cuatro personas más, ha sido suficiente para que António Costa haya decidido marcharse sin la más mínima crítica a los jueces. Lo que implica una adecuada concepción de lo que significa la división de poderes y la necesidad de que los jueces actúen con independencia y libertad de criterio. Por desgracia es inevitable la comparación entre lo que acaba de ocurrir en Portugal y lo que pasa con la clase política de nuestro país, empeñada en aferrarse al poder a costa, incluso, de invadir o anular la función judicial.