El precio de la paz social

El consistorio de Trias mantuvo durante años la calma en el barrio barcelonés de Gràcia mediante una política de apaciguamiento cuyo precio, entre otras cosas, era el pago de un alquiler del que se beneficiaba un colectivo Okupa. La alcaldesa Ada Colau ha dejado de pagar ese alquiler y la CUP y los desalojados han aprovechado la situación para alimentar y sembrar el caos durante tres días. Gràcia ha sido escenario de una batalla campal en la que han tenido que intervenir los Mossos d’Esquadra. Nada nuevo bajo el sol si tenemos en cuenta que en medio de este caos el PP ha vuelto a convertirse en el centro de los ataques. Uno de los problemas más serios de la política catalana es que nadie asume un liderazgo firme y basado en la ley, que trascienda la cuestión soberanista. Convergencia y Esquerra gobiernan gracias a la CUP; estos quieren un referéndum unilateral de independencia y Colau tiene que hacerse perdonar el ejercicio realista del poder cuando se trata de mantener el orden público. ¿Quién corta el nudo? Cataluña necesita un centro moderador que atraviese no solo lo político, sino lo social y lo cultural. Urge resucitar el impulso asociacionista hoy secuestrado por  vía de las subvenciones.  Es necesario recuperar un compromiso social auténtico que vertebre la convivencia. O eso, o se implantará el caos.