Un resultado claro, pero un futuro incierto

El resultado electoral en EE. UU. arroja pocas dudas. Donald Trump ha cosechado un apoyo mayoritario por parte del electorado y, a diferencia de lo que ocurrió en 2016, en esta ocasión ha contado con el respaldo del voto popular. El líder republicano tendrá, además, el viento a favor en el Senado, el Congreso y el Tribunal Supremo. Aunque parezca obvio, respetar la voluntad del pueblo estadounidense y el sentido de su voto es el primer imperativo democrático que debe ponerse por delante de cualquier otra interpretación.

Sin embargo, es evidente que la victoria de un político tan extravagante como Trump abre un escenario de incertidumbre en distintos frentes. En política exterior, no sabemos en qué medida su reelección puede afectar la continuidad de EE. UU. en la OTAN, de qué modo se alterará la situación en Ucrania o Israel, y cuál será el nuevo marco de relación con potencias como China o Rusia. En el ámbito comercial, la imposición de aranceles podría resultar letal para Europa, y está por ver hasta qué punto las maneras poco ortodoxas de Trump pueden desafiar la estabilidad institucional de una democracia tan consolidada como la estadounidense. Existen motivos para la inquietud; sin embargo, además de preocuparnos, urge comprender en qué están fallando las democracias liberales para que propuestas populistas tan rupturistas resulten atractivas para millones de personas.