Riesgo de sucumbir al populismo

Alemania comenzó a aplicar ayer el anunciado cierre de sus fronteras, entre las protestas de los países vecinos y una seria preocupación en la Comisión Europea, con fundadas razones para temer por el futuro del Acuerdo de Schengen. 

No es infrecuente que un país se descuelgue temporalmente del tratado por razones justificadas, posibilidad que se contempla solo como último recurso. La novedad es la endeblez de los argumentos del gobierno de coalición, que apela al riesgo de nuevos atentados islamistas, como el que se produjo hace tres semanas en Solingen.

Este domingo, otra región del este, Brandemburgo, celebra elecciones. A la vista del descalabro en Sajonia y Turingia, la “coalición semáforo” ha entrado en estado de pánico demoscópico. Los liberales proclaman que no hay consenso en política migratoria entre los tres socios, mientras el canciller Scholz emprende viaje a Asia central para facilitar los acuerdos de retorno de migrantes.

La oposición democristiana, por su parte, aprovecha para terminar de desgastar a un gobierno que a duras penas se sostiene, aunque difícilmente se entiende la línea emprendida por la CDU si no es por miedo a que le coma terreno la ultraderecha.

La paradoja es que este espectáculo se produce cuando los datos muestran un fuerte descenso en la entrada a Europa de migrantes irregulares desde los Balcanes y el Mediterráneo central. Pero la percepción de buena parte de la población es otra. La clase política alemana corre el riesgo de sucumbir al populismo, y eso podría arrastrar a otros países de la Unión.