Humo en las corcheas

Este sábado se conmemora el 101 aniversario del incendio del Teatro Lírico de Madrid, uno de los grandes templos de la música y actual sede del CGPJ

ctv-oiv-fotojet-96

Ramón García Pelegrín

Madrid - Publicado el - Actualizado

2 min lectura

Entre 1902 y 1920, Madrid contó con el mayor teatro que haya conocido en su historia. Se le llamó Teatro Lírico aunque luego cambió su nombre por el de Gran Teatro. Obra del arquitecto catalán José Grases Riera, fue construido en 1902 en la calle Marqués de la Ensenada, a instancias del empresario Luciano Berriatúa, sobre el solar que había ocupado el frontón Euskal Jai.

El edificio contaba con una superficie de casi tres mil metros cuadrados y disponía de tres alturas con capacidad para tres mil butacas, distribuidas entre la platea o patio de butacas con 500 asientos, entresuelo y principal. El teatro estuvo dedicado a la ópera española y vivió noches de glamur con estrenos de campanillas de grandes compositores de la época como Ruperto Chapí, que además fue director de la institución, y de Bretón de los Herreros o Amadeo Vives.

Con el tiempo, subieron a su escenario obras de todo tipo y terminó convertido, en 1917, en sala de cine hasta que un incendió, el 30 de enero de 1920, transformó en ceniza de la memoria este gran espacio escénico. En la madrugada de aquel aciago viernes de 1920, una chispa de las calderas de calefacción desencadenó un pavoroso incendio que destruyó todo el interior del edificio lo que supuso su total destrucción.

La mujer que a la sazón dirigía los servicios de limpieza fue quien dio la voz de alarma, tras toparse con una densa nube de humo en el momento en que se disponía a entrar en el teatro. Los vecinos de los edificios contiguos fueron desalojados con toda celeridad y, afortunadamente, no hubo que lamentar víctimas mortales.

Poco antes del suceso, la Sociedad de Espectáculos de Bilbao había adquirido el teatro, asegurado en 850.000 pesetas de entonces, pero el material de la compañía no estaba asegurado, lo que supuso a la Sociedad unas cuantiosas pérdidas económicas de 200.000 pesetas.

Tras este naufragio en llamas, la estructura se adaptó para convertirse en un edificio de viviendas, que posteriormente se transformó en las sedes del Ministerio de Trabajo, el Liceo Francés y, finalmente, el Consejo General del Poder Judicial (CGPJ), que mantiene la fachada histórica de este gran teatro madrileño, junto al Consulado de Francia y el Instituto Francés.