El reparto de la incertidumbre: Los carteros de Madrid temen el contagio al Coronavirus
La plantilla de Correos denuncia que siguen trabajando sin apenas medidas de protección
Madrid - Publicado el - Actualizado
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Con temor pero sobre todo con incertidumbre. Así vive María Jesús Blasco y otros 8.410 carteros en Madrid desde que empezara la crisis del Coronavirus. Trabaja repartiendo en el distrito 29 de la capital y desde que comenzara en este oficio en el año 2008, jamás había atravesado una situación como esta. Forman parte de una de las profesiones más expuestas, y es que, cada día recorren portales (en ocasiones hasta 200 si la urbanización es muy grande), encienden interruptores, llaman a cientos de telefonillos y visitan decenas de casas. Todo ello con miedo y sin la certeza de saber si el virus puede estar o no al otro lado de esas puertas. La incertidumbre acompaña a María Jesús por el día mientras reparte notificaciones, certificados o paquetes, pero también por la noche: “Te despiertas a las cuatro de la mañana, no puedes descansar y estás de mal humor en casa”. A esto se le une la desprotección.
La plantilla de Correos denuncia la falta de medidas, de hecho, los EPIS llegaron a la unidad de reparto en la que está María Jesús el lunes de esta semana. Mientras, muchos de sus compañeros han salido a trabajar sin mascarillas o guantes. Ella se ha negado. Denuncian no solo que los medios para protegerse han llegado tarde sino que también han llegado pocos. Son alrededor de 15 empleados y por ejemplo no han recibido mascarillas para todos, por eso han tenido casi que “repartirlas a suertes”. Aquí no acaba la cosa, además echan en falta un protocolo que establezca cómo desempeñar su labor en estos casos: “Cuando salgo a repartir intento hacer las cosas con una prevención que yo entienda, porque la empresa no nos da unas pautas claras para hacerlo”. María Jesús trata de mantenerse a salvo ella, pero también a los clientes, porque salen con miedo a contagiarse, pero también a contagiar al resto: “Me hecho el gel antiséptico cada vez que entro o salgo de un portal, y de esa manera, si por lo que sea tengo el virus, no lo voy pasando a otros portales. Salgo a repartir con el mayor cuidado posible y con una responsabilidad que tengo que crearme yo porque la empresa no nos da unas pautas claras ni nos apoya en ello”.
Correos, por su parte, publica los protocolos y la guía de actuación que tienen que seguir cuando se presenten casos positivos o con síntomas. Aseguran que solo prestan el servicio postal público y que además lo hacen con el mínimo imprescondible de la la plantilla, lo que se traduce en 11.640 personas, el 22%. También que se ha reducido el horario de lunes a viernes y las oficinas solo abren de 9:30 a 12:30h.
Aun así trabajadores como María Jesús insisten en que aunque esté contemplado en la teoría, luego no se lleva a la práctica: “En mi propio centro ya hay dos casos que han presentado síntomas y lo que sí van a hacer es desinfectar, porque mi jefe ha sido muy vehemente en que se haga así, pero no se ha hecho el estudio de quién ha mantenido contacto estrecho. La empresa no ha activado el protocolo de la cuarentena”.
No solo están desprotegidos aquellos que salen a repartir, además hay empleados trabajando en oficinas y en centros, eso sí, hay menos de lo habitual. José Ignacio Rico, portavoz de la Central Sindical Independiente y de Funcionarios CSIF asegura que esa disminución de personal se debe a que muchos empleados están de baja “Hay mucha gente expuesta y donde debería haber seis personas ahora hay dos, y el trabajo ahí sigue”.
Añade que aunque la empresa defiende que ahora mismo solo se están repartiendo solo cartas, tarjetas postales y notificaciones, en cambio, los compañeros lo desmienten, y se “reparte de todo”.
Correos cuenta en Madrid con 222 oficinas y 8.410 y aunque la empresa afirme que están velando por ellos, o aunque clientes como Amazon hayan rescindido el contrato, trabajadores como María Jesús siguen con su día a día. Expuestos y esperando que el Coronavirus no esté en la puerta o en el telefonillo de la casa a la que llaman.