La última horchatería de Madrid o cómo sobrevivir después de más de un siglo

Miguel y José son la cuarta generacón de este quiosco que lleva en la calle Narváez desde 1944, aunque sus orígenes se remontan más atrás, a 1910.

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El quiosco de José y Miguel en la calle Narváez, el último que queda en Madrid sirviendo horchata.

Luis Manuel Rafael

Publicado el - Actualizado

2 min lectura

Cuenta la leyenda popular que la primera vez que se llamó así a esta bebida fue en el siglo XIII, cuando el rey de Aragón Jaime I la probó al ofrecérsela a una joven. Tal fue su sorpresa con el primer tragó que preguntó de qué se trataba, a lo que la muchacha contestó: "Es leche de chufa", respondiéndole el rey: "Esto no es leche, ¡esto es oro, chata!". Y de ahí el nombre.

Seguro que esa leche que probo el conquistador Jaime I se parece mucho a la que venden cada día los hermanos Miguel y José Guilabert en su quiosco de la madrileña calle Narváez. Se trata de el último puesto, aguaducho, que queda en toda la capital. Allí llevan más de 70 años sirviendo esta típica bebida valenciana, aunque sus orígenes se remontan incluso más atras.

Fue en 1910 cuando sus bisabuelos, procentes desde Crevillente (Alicante), arrancaron con el puesto, una tradición familiar que, cuatro generaciones después, sigue en pie.

Para los vecinos de Goya, este puesto es parte impresdicindible del barrio entre los meses de verano. Algunos acuden con su botella de litro para que se la rellenen. "Para mi, es la mejor horchata de Madrid. Soy vecina del barrio y los conozco de toda la vida", nos dice una clienta. Otro hombre acude por expreso deseo de su hija. "Mi hija está confinada y me ha pedido que baje al quiosco a por horchata", nos asegura otro.

Entre cliente y cliente, José nos cuenta el secreto de su superviviencia: mantenerse fieles a la tradición. Preparan las bebidas en un local cerca de Dehesa de la Villa y las traen cada mañana. "Nosotros no añadimos ningun conservante. Solo utilizamos tres ingredientes: chufa, agua y azúcar, algo que se nota en el sabor", explica. "El problema de nuestra horchata es que al no llevar conservantes, si hace mucha calor, puede cortarse".

Además de horchata, en el quiosco de Miguel y José sirven tambien 'agua de cebada', una bebida a base de este cereal cocido con agua, azúcar moreno de caña y limón, desconocida para muchos y que cada vez es más raro encontrar en Madrid. En total, entre agua de cebada y horchata, cada día venden cerca de 100 litros.

Sin embargo, en los últimos años la situación ha empeorado. "Ya no es como antes. Hace unos años, de las 7 a las 9 de la noche teníamos 3 y 4 filas de gente. Hemos llegado incluso a cerrar a las 4 de la madrugada", remarca Jose. "La gente sigue valorando la horchata artesanal pero la gente prefiere tomar otro tipo de bebidas".

Más preocupante es la continuidad del negocio. Miguel se jubilará pronto. "Yo seguiré pero mi hija, no sé si continuará con el quiosco. De momento, no", matiza José. Eso sí, por ahora aseguran, les queda horchata para rato.

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