Madrid - Publicado el - Actualizado
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Rachid Elomari, de 32 años, marroquí, solo tiene un oficio: yihadista, y a esa actividad dedicaba las 24 horas del día. Su perfil es exactamente el mismo que el de los terroristas que han actuado últimamente en Londres, Manchester, Niza... Un tipo frío, metódico, sutil, ordenado, autodidacta, con nula empatía y firmemente determinado a perpetrar un atentado. La única diferencia es que aquí la Comisaría General de Información de la Policía lo ha detectado a tiempo; «in extremis», desde luego, pero por fortuna antes de un ataque que era cuestión de muy poco tiempo, según el análisis de los investigadores.
España ha estado más cerca que nunca de sufrir un nuevo atentado islamista. Elomari había decidido actuar y tenía la preparación adecuada para ello. Ha quedado demostrado a lo largo de los 21 días de frenética investigación que acabaron en la madrugada del miércoles 21 de junio, cuando fue detenido junto a su primo, Mustapha Elomari, y su compañero de piso, Mohamed Chaou, ambos marroquíes y radicalizados por él. «Había que actuar de inmediato; el atentado podía producirse en cualquier momento y se corría el riesgo de ser meros espectadores de una salvajada», sostienen las fuentes. La presión para los investigadores fue brutal.
La primera información que llegó a la Comisaría General de Información hablaba de un individuo radicalizado que trabajaba temporalmente en un locutorio y que utilizaba un ordenador al que solo él tenía acceso -estaba en un pequeña cabina que cerraba con llave- para extraer documentos oficiales de la «biblioteca» virtual de Daesh.