Seis años de los crímenes de Sergio Morate en Cuenca: las similitudes respecto al caso de Tomás Gimeno

La expareja de Morate, Marina Okarysnka y su amiga Laura del Hoyo fueron asesinadas el 5 de agosto de 2015 y enterradas en un pasaje oculto de Cuenca

Seis años de los crímenes de Sergio Morate en Cuenca: las similitudes respecto al caso de Tomás Gimeno

Redacción digital

Madrid - Publicado el - Actualizado

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Esta semana se cumplen seis años desde que Sergio Morate arrebatara la vida de dos amigas íntimas que en Cuenca no pueden olvidar: Laura del Hoyo y Marina Okarysnka, de 24 años.

Imposible para ambas familias olvidar el 6 de agosto de 2015, cuando acudieron con angustia a una comisaría para denunciar las desapariciones. Los familiares no podían imaginar ni en sus peores pesadillas que las dos jóvenes ya habían sido asesinadas, tal y como se confirmó 12 de agosto de hace seis años, cuando fueron hallados sus cuerpos.

A Sergio Morate le unía hasta unos meses antes de los crímenes una relación sentimental con Marina, de origen ucraniano. Este factor, sumado a sus antecedentes penales convirtieron al joven en el principal sospechoso de la desaparición de las amigas.

Y es que cabe recordar que Morate fue condenado a año y medio de prisión por un episodio de violencia de género, con secuestro y extorsión incluido. El perfil que dibujaron del asesino era el de una persona fría, violencia y obsesiva. Tanto es así que siguió a su expareja, Marina, hasta Ucrania para tratar de salvar la relación. Pero Marina tenía la decisión tomada, y optó por quedarse en su país, alejado de Morate.

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Por todo ello, los investigadores eran conscientes desde el primer momento de que aquello no olía bien, dado el perfil del verdugo de Laura y Marina. Los peores pronósticos se confirmaron en la tarde-noche del 12 de agosto, cuando un vecino de la localidad de Palomera, en el nacimiento del río Huécar, halló los cuerpos con la ayuda de su mascota canina.

Marina quería poner punto y final definitivo a la relación con Morate

Marina no era consciente del peligro que corría cuando decidió regresar a Cuenca con motivo de las vacaciones de verano y visitar a los familiares que aún residían en la ciudad castellano-manchega. En el intervalo de tiempo en el que la joven puso fin a su noviazgo con Morate en enero de 2015 y hasta agosto, había rehecho su vida, hasta el punto de contraer matrimonio. Paralelamente, Sergio Morate planeaba su crimen contra su expareja, ya que sus celos le impedían aceptar su situación.

El peligro para Marina ganó porcentaje en el momento en el que decidió quedar con él para recoger las pertenencias que aún tenía en su vivienda. Unos enseres que nunca llegó a recuperar, ya que Sergio Morate cometió los crímenes con anterioridad.

La propia Marina era consciente de los rasgos que definían la personalidad de su expareja, motivo por el que avisó a su mejor amiga en Cuenca, Laura del Hoyo, para que le acompañara a su inmueble. Laura accedió.

Seis años después, aún se desconoce exactamente cómo fue el encuentro entre Sergio Morate y ambas amigas ya que, si bien es cierto que en el interior de la vivienda no había signos de violencia, las autopsias a las jóvenes revelaban que Marina recibió un fuerte golpe en la cabeza y fue asfixiada con una brida, mientras que Laura murió estrangulada por él.

Laura obligó a Sergio Morate a cambiar sus planes

El hecho de que Laura acompañara a Marina trastocó y mucho los planes de Sergio Morate a la hora de hacer desaparecer el cadáver de su ‘otrora’ pareja. Los investigadores descubrieron que, en las semanas previas a los crímenes, el asesino estuvo cavando una tumba donde enterrar a Marina en Palomera, donde luego fueron hallados los cuerpos. La segunda plaza, la de Laura, no estaba preparada, lo que hizo que, por fortuna, Sergio cometiera algunos errores que fueron determinantes para su pronta detención.

Pero su principal error no fue la imperfección a la hora de enterrar ambos cuerpos, sino los restos de ADN que dejó en la garrafa de agua de la Virgen de Fátima, propiedad de la madre de Morate, que había llevado hasta el hoyo.

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Tras cometer los crímenes, Sergio Morate decidió huir de España y buscar un buen escondite. Se marchó en su Seat Ibiza de color verde hasta Rumanía, donde residía su amigo Istvan, a quien conoció en sus años en prisión.

Por suerte, la policía conocía el destino de Morate, por lo que cuando llegó a Rumanía los agentes le tenían puesto el cerco. Para ello fue necesario la cooperación entre las policías de ambos países. Fue detenido el 13 de agosto en el domicilio de su amigo Istvan. Casi un mes más tarde, el 5 de septiembre, fue trasladado a España, una vez que se aceptó su extradición.

El juicio contra Morate tuvo lugar en 2017

El juicio contra Sergio Morate se celebró en octubre de 2017. El jurado popular le declaró culpable, por lo que el juez le condenó a 48 años de prisión.

Actualmente se encuentra entre rejas en la cárcel ciudadrealeña de Herrera de la Mancha. Hasta el 1 de marzo de 2018 se encontraba en la prisión de Estremera (Madrid), donde incluso compartió módulo con Patrick Nogueira, el asesino de un matrimonio y sus dos hijos pequeños en la localidad guadalajareña de Pioz.

Aquel caso que recordamos seis años después conmocionó a toda España y marcó al pueblo de Cuenca. Desde entonces, hemos conocido por desgracia otros casos de crueldad similar.

El último tuvo lugar la pasada primavera en Tenerife, cuando Tomás Gimeno hizo desaparecer a sus dos pequeñas, Anna y Olivia, de uno y seis años de edad respectivamente. Fue el 27 de abril cuando las dos pequeñas fueron vistas por última vez.

El 10 de junio, fue encontrado el cuerpo sin vida de la mayor de las hermanas en el lecho marino de Canarias, a un kilómetro de profundidad con ayuda de un sonar. Del cuerpo del padre y de la menor de las hijas a día de hoy no han sido hallados, pero la principal hipótesis es que estén en el fondo del mar.

Las coincidencias entre los crímenes de Sergio Morate y Tomás Gimeno

No hay dos casos iguales, y los crímenes de Cuenca respecto al caso de Tenerife guarda muchas diferencias. Sin embargo, la reacción de ambos asesinos es similar.

En el caso de Sergio Morate, la presencia de Laura del Hoyo alteró sus planes, ya que comentábamos anteriormente, su intención inicial era enterrar a Marina en el hoyo que había cavado durante semanas. Además, había ideado en un primer momento huir hasta Alicante a un concierto. No obstante, haber cometido un doble crimen hizo que optara finalmente por abandonar España y poner rumbo a Rumanía para no ser descubierto.

La forma de actuar de Tomás Gimeno era diferente, aunque hubo un giro de los acontecimientos que le hizo cambiar sus planes. La principal hipótesis que se baraja es que el padre de Anna y Olivia se suicidó, ahogándose en el mar. Sin embargo, el portavoz de la familia de las niñas, Joaquín Amills, aseguró que Gimeno tenía preparado dos planes: huir o quitarse la vida.

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Amills considera que cuando Gimeno salió la primera vez para deshacerse de los cuerpos de las niñas tuvo un encuentro con la Guardia Civil, que le recriminó que estuviera en el mar pasado el toque de queda. Eso explicaría que Gimeno cambiara de opinión y regresara a puerto para comprar un cargador de móvil y volver a navegar.

Finalmente optó, a juicio de Amills, suicidarse, ya era consciente de que la Benemérita le tenía controlado.

Otro de los posibles paralelismos es que tanto Sergio Morate como Tomás Gimeno tenían la intención de que sus víctimas jamás fueran halladas, aunque el móvil fuese diferente. En el caso de Tenerife, y a juzgar por las amenazas de Tomás Gimeno a su expareja, Beatriz Zimmermann, de que no volvería a ver jamás a sus hijas, la principal hipótesis que se maneja es que pretendiera causar el mayor sufrimiento posible a la madre de las menores, privándola para siempre de los cuerpos de Anna y Olivia ante la imposibilidad de recuperarlos, dado la profundidad del mar (hasta el momento solo se ha logrado hallar el cadáver de Olivia.

Por su parte la intención de Morate era enterrar tanto a Laura como a Marina con el objetivo de hacerlas desaparecer para siempre. Un deseo por parte de su verdugo que parece inverosímil, ya que los equipos de rastreo o la acción de los animales a la hora de remover la tierra hace pensar que los cuerpos hubiesen sido hallados antes o después.

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