La isla de los gatos, un problema creciente en Brasil
La localidad brasileña de Ilha Furtada, utilizada desde hace tiempo para el abandono de animales, empieza a sufrir una sobrepoblación de felinos que preocupa al país sudamericano
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La acción humana deja su huella allá por donde pasamos. Es irremediable, nuestros actos tienen sus consecuencias y su impacto en el entorno que nos rodea.
Pero en ocasiones esa huella humana puede tener unos resultados irreversibles, cambiando zonas para siempre.
Este es el caso ocurrido en una pequeña isla situada en Río de Janeiro, Brasil, cuyo nombre es Ilha Furtada.
Al menos, ese es su nombre oficial, ya que en realidad esta zona es conocida por la sociedad brasileña como la Isla de los Gatos, un nombre tan curioso como descriptivo.
Ilha Furtada es una pequeña isla desabitada de Brasil que en los últimos años se ha hecho popular por un motivo peculiar y ciertamente triste: es el lugar a donde cientos de brasileños acuden para abandonar a sus mascotas, principalmente gatos.
Además, allí también se envían los animales domésticos de personas que han perdido la vida y cuyos familiares no quieren o no pueden hacerse cargo de ellos.
Así, la isla fue ganando en popularidad al mismo tiempo que lo hacía en población. De esta manera, lo que empezó siendo un pequeño reducto para los felinos desamparados, ha crecido en unas dimensiones que empiezan a preocupar a las autoridades del país brasileño, según ha informado The Washington Post.
Una situación que, además, ha empeorado notablemente con la llegada de la pandemia del coronavirus, aumentando las dimensiones de una problemática que ya va más allá del control poblacional.
La isla alberga en la actualidad a cientos de animales, pero como es lógico por su sobrenombre, principalmente gatos. No se sabe con exactitud cuántos felinos residen en este islote, completamente aislado de la Brasil continental para esta especie tan poco amiga de las zonas de mucha agua.
Incremento masivo
Sin embargo, para llegar a la situación actual, han tenido que ocurrir diferentes acontecimientos que transformaron la realidad de este islote para siempre. A pesar de que su nombre en nuestros días es bastante popular, se desconoce cuándo y cómo llegaron los primeros pobladores felinos a la isla.
En algún momento, los habitantes de los municipios cercanos comenzaron a navegar hasta esta zona, situada a escasos metros de la costa continental, para abandonar a sus mascotas ante la falta de espacio en los albergues y refugios.
Con el paso del tiempo, la población fue creciendo exponencialmente hasta llegar a cifras realmente preocupantes, a pesar de que se desconoce con exactitud el número de ejemplares que residen en esta isla.
Varios son los veterinarios y las instituciones que han tratado de aportar su granito de arena a esta colonia gatuna, que no contaba ni con agua potable. Para ello, instalaron comederos y bebederos alrededor de todo el lugar.
Así, se llevaron a cabo diversas iniciativas privadas como donaciones de comida y agua potable para estos animales o la castración de varios cientos de estos para impedir que su reproducción se descontrole por completo.
También se fueron construyendo pequeños refugios en la zona que permitieron mejorar la situación de estos gatos, muchos de ellos demasiado hechos a la vida domética y, por ello, con serias complicaciones para conseguir sobrevivir por su propia cuenta.
La isla fue ganando en popularidad con el paso de los meses, convirtiéndose incluso en un atractivo turístico. Pero la llegada del coronavirus lo cambió todo, ya que el equilibrio de la isla depende de los recursos proporcionados por las personas, ya que el islote no cuenta con lo mínimo necesario para que estos animales puedan sobrevivir.
Dependencia de los humanos
Y ese es el principal motivo por el cuál la tesitura ha empeorado con la llegada de la pandemia, ya que la delicada situación sanitaria, unida a las restricciones y a los confinamientos, cortó en seco esta llegada de suministros a Furtada.
Paralelamente, el número de 'residentes' en el territorio continuó aumentando, rompiendo el relativo equilibrio existente hasta ese momento.
Este punto supuso una situación dramática para muchos de los animales residentes en la isla, pero por suerte, ahora el envío de suministros se ha reanudado.
A pesar de esto, preocupa y mucho el crecimiento poblacional en la zona, sobre todo por la limitación de los recuros existentes derivada del aislamiento de la zona.
Así fue como empezaron a surgir las primeras propuestas para la isla. En un primer momento, hubo quién esbozó la idea de la readopción de estos gatos, pero muchos de ellos estaban ya tan adaptados a la vida silvestre que su vuelta a los hogares podría ser muy problemática.
Ante esta tesitura, el gobierno de Mangaratiba, municipio al que pertenece Ilha Furtada, ha esbozado un polémico plan que no termina de convencer a los vecinos.
La idea de las autoridades pasa por realizar un censo completo de los gatos de la isla, instalar cámaras de vigilancia para impedir que sigan llegando nuevos pobladores y comenzar un plan de castración.
Todo esto con el objetivo de reducir el número de animales presentes en la zona, que iría disminuyendo periódicamente hasta terminar desapareciendo del lugar, algo a lo que se opone una buena parte de la población.
Lejos de una solución ante un problema que en los próximos años puede llegar a dimensiones preocupantes, tocará esperar para conocer cómo evoluciona la Isla de los Gatos.