Fuerte Mosé: la historia del santuario español para los esclavos negros que huían de los británicos en Florida
Un estudio firmado por el historiador Juan Ignacio Güenechea, publicado a través de The Hispanic Council, acaba con la 'leyenda negra' que une al Imperio Español con la esclavitud
Publicado el - Actualizado
5 min lectura
Hubo un tiempo en el que la conjunción España y libertad fue indivisible en la Florida. Lejos de la sectaria y malintencionada ‘leyenda negra’ que pesa sobre el Imperio Español y su proeza durante el descubrimiento de América, prevalece el relato de la verdadera historia como notoria inalterable de aquellos siglos.
La historia de Fuerte Mosé es uno de esos ejemplos documentados que exponen con objetiva clarividencia como hace más de 300 años los esclavos nacidos en África arriesgaban sus vidas para escapar de las plantaciones inglesas en Carolina con el objetivo de encontrar la libertad entre los españoles que vivían en el ‘santuario’ de San Agustín.
El hecho de que los esclavos hallaran libertad en los territorios españoles no era en sí mismo inusual, como nos describe el estudio ‘Fuerte Mosé, el asentamiento español en Estados Unidos que defendió la libertad de la población afroamericana’ y que firma el historiador Juan Ignacio Güenechea a través de The Hispanic Council, una entidad cultural independiente hispano-estadounidense cuya actividad principal es el análisis, la investigación y la divulgación histórica.
La influencia del humanismo cristiano
Del mencionado estudio se desprende un ostensible escenario en el que la ley española otorgaba a los esclavos una personalidad moral y jurídica, así como ciertos derechos y protecciones que no se encontraban en otros sistemas de esclavitud como el británico. Fue el reconocimiento de la humanidad y los derechos de los esclavos, y la influencia del humanismo cristiano en la ley y las prácticas sociales españolas, lo que hizo posible la existencia de una importante clase negra libre en el mundo hispano.
Bajo el dominio español figuraba el derecho a la propiedad, que en el Caribe se convirtió en el derecho de “autocompra”; el derecho a la seguridad personal; la prohibición de separar a los miembros de la familia; y el acceso a los tribunales. Además, los esclavos se incorporaron a la Iglesia Católica y recibieron sus sacramentos, incluido el matrimonio.
Este cúmulo de derechos y libertades nos es determinante para entender por qué tantos hombres, mujeres y niños arriesgaban sus vidas para llegar a este ‘santuario’ que ofrecía el Imperio Español.
Tal y como recoge el Archivo General de Indias, en 1683 ya se había formado las primeras milicias compuestas por esclavos negros en Florida, que cobrarían un valor transcendental por los servicios militares que realizaron al servicio de España. Su aportación también fue imprescindible durante la construcción de San Agustín, la ciudad más antigua de Estados Unidos, así como en la cooperación durante las labores de defensa y de otros trabajos que se requerían en el asentamiento.
La cercanía de los colonos británicos se estrechó en 1670, cuando fundaron el asentamiento de Charles Town, hoy conocido como Charleston en Carolina del Sur. Según nos indica el estudio de Juan Ignacio Güenechea, el poblado suponía una importante amenaza “para la soberanía española en la zona”. Las sospechas no tardaron en materializarse. Los británicos, aliados con algunos nativos, comenzaron a lanzar ofensivas contra las misiones españolas en la región. Como respuesta a estas agresiones los españoles también iniciaron una campaña militar contra las posesiones británicas.
Pero lo que más descolocaría a los ingleses fue la huida de sus esclavos a los territorios españoles donde podían alcanzar la libertad. Como describe Juan Ignacio Güenechea, esto “perjudicaba militar y económicamente” a los colonos británicos. Además, el hecho de que España acogiera a los esclavos huidos favorecía estos movimientos, generando inestabilidad en los territorios británicos.
La Real Cédula de Carlos II: “libertad y protección a todos los esclavos”
Fue en 1687 cuando —según The Hispanic Council— el primer grupo documentado de fugitivos pisó territorio español. El gobernador español de la época, Diego de Quiroga, reportó a España las novedades que se sucedían sobre el terreno de la Florida y aseguró que estos primeros ocho hombres, dos mujeres y un niño habían pedido ser bautizados conforme a la “verdadera fe”
Tras este primer grupo fueron llegando más fugitivos a los dominios españoles. Ante este panorama, el gobernador Quiroga decidió pedir consejo al rey sobre cómo proceder ante la situación.
Carlos II respondió ante esta demanda dictando una Real Cédula en 1693 por la que concedía “la libertad a los esclavos fugitivos de las colonias británicas, fueran hombres o mujeres, siempre que abrazasen la fe católica”. Mientras tanto, en los dominios ingleses, se apresuraron en aprobar leyes cada vez más severas para disuadir a los esclavos de huir.
A pesar de esta decisión real, el estudio también resalta que “se dieron pasos atrás en la búsqueda de esa libertad” cuando el gobierno de la región cambió de manos en 1729. El nuevo gobernador en la Florida, Antonio de Benavides, que inicialmente respetó el espíritu de la Real Cédula, acabaría realizando acciones contrarias a las indicaciones de la corona.
Aunque en un principio alegó que temía que los británicos “pudieran actuar contra los intereses españoles y ejercieran la fuerza para recuperar a sus esclavos”, lo cierto es que el gobernador podía estar obteniendo beneficios a través de esas ventas de esclavos tanto en la Florida como en otros territorios españoles como La Habana.
La Gracia Real de Santa Teresa de Mosé
Esta situación perduraría hasta el año 1737, cuando un nuevo gobernador llegaría a la Florida: Manuel de Montaniano. El historiador Juan Ignacio Güenechea asegura en su estudio que Montiano investigó la corrupción de Antonio de Benavides y decretó, tan sólo un año después, en 1738, “que todos los esclavos debían quedar libres”. Además, trató de traer de regreso a algunos de los esclavos vendidos en La Habana, “aunque solo consiguió que uno volviera”.
Tras esta acción, el nuevo gobernador determinó que los hombres libres se fijaran en una nueva ubicación, a unos tres kilómetros al norte de San Agustín, a la que llamó Gracia Real de Santa Teresa de Mosé. “Este fue el inicio formal de Fuerte Mosé”, asegura la investigación.
Los libertos, seguros de la lealtad de la Corona de España, como relató el gobernador Montiano al rey por carta, juraron ser “los más crueles enemigos de los ingleses” y “derramar su sangre por la Gran Corona Española y la Santa Fe”.
A través de este estudio desplegado por el historiador Juan Ignacio Güenechea a través de The Hispanic Council, podemos conocer que Fuerte Mosé llegó a estar formado por “20 barracones y una iglesia, protegidos por un muro alrededor del cual se situaban campos para el cultivo. Contaría con fortificaciones de piedra y algunas zanjas y alambre para la defensa del asentamiento” donde se estima que residían cerca de 100 personas libres.