Ni Henry Ford ni Robert Owen: un rey español, el verdadero creador de la jornada laboral de ocho horas
El germen de la jornada laboral de ocho horas se remonta al siglo XVI y tiene su origen en España
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Vivimos arraigados a una costumbre que es cada día, para muchos, una realidad. Una forma más de vivir. Nuestra vida gira entorno a ella y gestionamos nuestro día en función a la jornada laboral de ocho horas diarias, cinco días a la semana. En la gran mayoría de los países desarrollados es la jornada estándar. Eso sí, siempre hay ciertas excepciones como en algunos países de América Latina donde pueden ser incluso más horas o en varias zonas europeas como Alemania o Francia, donde las jornadas son más cortas.
En cualquier caso, lo que está claro es que las ocho horas diarias, cinco días a la semana viene desde hace años. Hay quienes se lo atribuyen al empresario estadounidense, Henry Ford, quien creó en el año 1926 "los fines de semana, los días laborales de ocho horas, un salario digno, cinco días, 40 horas de trabajo semanales" con el objetivo para atraer a un mayor número de trabajadores. Una premisa que no es del todo cierta, ya que ya en el año 1833 ya defendía que "la jornada laboral diaria de ocho horas es suficiente para cualquier ser humano".
No sería hasta el año 1866 cuando el Sindicato Nacional acudió a Estados Unidos para solicitar la jornada de ocho horas y finalmente se acordó promover a nivel mundial para promoverlo. Llegados a este punto, podríamos decir que hemos encontrado el germen de la jornada de ocho horas. Sin embargo, si nos remontamos varios siglos atrás, ya podemos encontrar antecedentes de este nuevo formato de trabajo y viene, nada más y nada menos que de España, promovido por un rey español.
El rey español que creó las jornadas de ocho horas
Es cierto que Felipe II fue un monarca muy estricto con cada uno de los aspectos de su reinado. Nunca dejaba pasar nada por alto y todo necesitaba tenerlo bajo control. Y eso, como no podía ser de otra manera, también ocurrió con la construcción del Real Monasterio de El Escorial. Cualquier cambio y consulta debía pasar antes por las manos del Monarca. En septiembre del año 1584 finalizaron oficialmente las obras con la apertura del a basílica, aunque hubo otras estancias en las que la construcción se alargo varios años más. En aquella majestuosa construcción trabajaron unos "1.500 oficiales de la construcción, y otros tantos peones, 300 carros de bueyes y mulas" que cobraban unos 10.000 ducados mensuales.
Unas condiciones laborales que, desgraciadamente, complicaban el trabajo a todos los que participaron en la construcción del Monasterio. Fu así como Felipe II hizo todo lo posible para darles un mejor trato y, especialmente, mejorar sus condiciones laborales. Es por ello que estableció la jornada laboral de ocho horas.
Lo hizo en el año 1593, por un Edito Real, que aseguraba que "todos los obreros trabajarán ocho horas cada día, cuatro por la mañana y cuatro por la tarde; las horas serán distribuidas por los ingenieros el tiempo más conveniente, para evitar a los obreros el ardor del sol y permitirles cuidar de su salud y su conservación, sin que falten a sus deberes", decretó en la Ley VI de la Ordenanza de Instrucción.
Fue así como todos los trabajadores del Monasterio de El Escorial recibieron un total de diez días de vacaciones al año, un salario íntegro y hasta media paga en el caso de lesionarse o quedar heridos durante su construcción. Unas condiciones laborales que se extendieron para otros trabajadores, eso sí, solo para aquellos bajo su cargo. No sería hasta 1919 cuando España, y tras varias huelgas de trabajadores en Barcelona contra la eléctrica Riegos y Fuerzas del Ebro, cuando el presidente del Gobierno, Conde de Romanones, firmó un decreto que convirtió en España en el primer país en establecer la jornada laboral de ocho horas en todos los sectores del país.
Con esto sobre la mesa, podríamos aventurarnos a decir que Felipe II fue uno de los precursores de la jornada laboral de ocho horas que, aún a día de hoy, perdura en el tiempo.