Operación Mincemeat: el espionaje que empezó en una playa de Huelva y cambió la Segunda Guerra Mundial

El bando aliado engañó a los alemanes con la información que poseía un supuesto comandante muerto para poder atacar Sicilia y hacerse con el control sin complicaciones

Operación Mincemeat: el espionaje que empezó en una playa de Huelva y cambió la Segunda Guerra Mundial

Sergio Muñoz González

Publicado el - Actualizado

4 min lectura

En una guerra no solo es importante el poderío militar para imponerse al enemigo. Las estrategias son un factor fundamental que hacen que la balanza caiga de un lado u otro y en estas, el engaño tiene un papel fundamental.

En la Segunda Guerra Mundial los espionajes fueron clave para adelantarse a las ofensivas rivales, pero en algunas ocasiones se utilizó esto para distraer al enemigo con tomas falsas y tomar ventaja. Uno de los episodios más importantes en este aspecto fue la Operación Mincemeat, (Operación Carne Picada en español) en la que el bando aliado engañó a los nazis sobre las ofensivas que pretendían hacer en el mar Mediterráneo.

El bando aliado había conseguido derrotar a las tropas nazis a cargo del general Erwin Rommel en el norte de África. El siguiente paso para seguir avanzando hacia la victoria era hacerse con el control de Sicilia, una ofensiva que recibió el nombre de Operación Husky.

Para garantizar el éxito de la misión se creó una estrategia paralela para engañar a Hitler, una operación que se denominó Mincemeat y que lideraron dos oficiales de la inteligencia británica: el capitán de la RAF Charles Cholmondeley y el oficial de inteligencia naval Ewen Montagu. El objetivo era que los nazis recibiesen una información falsa para que creyesen que el ataque se iba a hacer en Cerdeña y Grecia y no en Sicilia.

Operación Mincemeat: el espionaje que empezó en una playa de Huelva y cambió la Segunda Guerra Mundial

Para ello, se utilizó el cadáver Glyndwr Michael, un vagabundo galés de 34 años que había fallecido al tomar matarratas. Los aliados utilizaron el cuerpo para hacerlo pasar por un comandante. Bajo el nombre de comandante William Martin, difundieron una historia sobre su vida para dar credibilidad a la operación. En cuanto a los documentos, los aliados comenzaron a enviar cartas falsas entre altos cargos como Lord Mounbatten y el almirante sir Andrew Cunningham en las que se daba a entender una invasión a Grecia y Cerdeña para confundir a los nazis.

Huelva, el lugar del señuelo

Todos estos documentos se guardaron en un maletín que se ató al cadáver de Glyndwr Michael y se lanzó al mar. El escenario en el que se produjo este engaño fue la playa de La Bota, en Punta Umbría, Huelva. España se encontraba bajo la dictadura de Francisco Franco, dictador cercano a Adolf Hitler, y el bando aliado optó por tirar el cuerpo en esta zona para que la información llegase al ejército nazi.

El 30 de abril de 1943, un pescador llamado José Antonio Rey María encontró el cuerpo en el mar. En Huelva se encontraba el reputado espía nazi Adolf Clauss, a quien le llegó la información. Los aliados cuidaron hasta el más mínimo detalle para que este señuelo fuese creíble y los alemanes pensasen que realmente se trataba de un comandante de Reino Unido que había muerto en un accidente aéreo y, por tanto, la información era real.

Otro factor importante era lograr que el cuerpo fuese enterrado en el cementerio católico de Huelva, para que la inteligencia nazi pudiese trabajar fácilmente en este territorio simpatizante con Hitler. Para ello, en la placa de identificación ponía: "Mayor Martin, Royal Marine, Católico Romano", evitando así que fuese enterrado en Gibraltar y la operación fracasase.

Operación Mincemeat: el espionaje que empezó en una playa de Huelva y cambió la Segunda Guerra Mundial

El plan salió según lo previsto y las autoridades de la zona enviaron el cuerpo a Huelva para analizarlo. Mariano Pascual del Pobil fue el encargado del proceso y le quiso dar el maletín con toda la información falsa a Francis Haselden, vicecónsul británico con el que tenía gran relación. El anglosajón estaba al tanto de la operación y rechazó los informes para que se siguiese el trámite oficial y así las competencias en España recibiesen los documentos y los facilitasen a los espías alemanes. El informe del forense resaltaba algunos puntos anómalos respecto a otros casos de este tipo de muertes, pero los nazis no prestaron atención y se centraron en los documentos del maletín.

"Se han tragado toda la carne picada"

Adolf Clauss se creyó el señuelo e informó a los servicios secretos alemanes con rapidez. En el entierro del cadáver se siguieron todos los protocolos militares para continuar con el engaño y la inteligencia británica supo que los nazis habían caído en la trampa al ver que los archivos estaban manipulados. Tras conocer el éxito de la Operación Mincemeat, el oficial de inteligencia naval Ewen Montagu mandó un mensaje en clave al primer ministro de Reino Unido en ese momento, Winston Churchill, en el que aseguraba: "Se han tragado toda la carne picada".

Este engaño hizo que una gran cantidad de tropas del ejército nazi y de los soldados fascistas italianos se desplazasen a Cerdeña para defender el territorio que en teoría iba a atacar el bando aliado. De esta manera, desprotegieron Sicilia, el lugar en el que en realidad se iba a producir la ofensiva, y esto facilitó la entrada del bando aliado.

La Operación Mincemeat hizo que el bando aliado tomase ventaja en la guerra y pudiese ocupar esta zona de Italia sin necesidad de perder muchos efectivos. El cadáver de Glyndwr Michael, el supuesto comandante William Martín, se mantiene a día de hoy enterrado en el cementerio de Huelva y ha pasado a la historia como el protagonista de uno de los engaños que decidieron el desenlace de la Segunda Guerra Mundial.

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