30 años del 'Nevermind' de Nirvana: el último gran fenómeno del rock

La publicación del icónico álbum logró situar en el mapa mundial al grunge y puso banda sonora a una nueva generación

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Juan Andrés Rubert

Publicado el - Actualizado

5 min lectura

El 24 de septiembre de 1991 fue un día marcado en rojo en el calendario de lanzamientos musicales. Por un lado, se publicó el genuino quinto trabajo de los Red Hot Chili Peppers, el 'Blood Sugar Sex Magik'. Este disco, considerado como la obra cumbre de los angelinos, les elevó hasta el punto de convertirlos en estrellas mundiales. Pero Anthony Kiedis y compañía andaban en otra esfera. Su estilo único, mezcla de funk y rock, les hacía competir en una liga en la que solo participaban ellos. Pusieron patas arriba el panorama musical, con un hit tras otro y en un claro ejercicio de inspiración y calidad, aunque continuaron en su propia senda, sin rival que se les pareciera siquiera. Estaban a otra cosa.

Ese mismo día, el 24 de septiembre, salió a la venta otro larga duración. Del estado de California al de Washington, todo se jugaba en la costa oeste de Estados Unidos. Y si hay un disco en el que se aprecia de verdad un antes y un después es en el 'Nevermind', de Nirvana. Los de Seattle, que ya habían tenido su debut en 1989 con el lanzamiento de 'Bleach', salieron disparados del ambiente underground para darse a conocer a lo largo y ancho del planeta. Justo todo lo contrario a lo que deseaba Kurt Cobain, ‘odiador’ militante de la fama. Las camisas de franela, los pantalones vaqueros rotos y las Converse se convirtieron en el uniforme oficial de los fans en todo el mundo. La estética del grunge, esa palabra que pivotaba entre el estilo de música y la forma de vestir. De un plumazo, los pelos cardados, las botas y toda la bonita pomposidad que rodeaba la música de los 80 se esfumaron.

Ni siquiera el poderoso lanzamiento, apenas unas semanas antes, de los 'Use Your Illusion' de Guns N' Roses, frenaron el fenómeno huracán que arrastraba consigo el 'Nevermind'. Axl Rose, Slash y los suyos eran auténticas leyendas, y ambos volúmenes generaron ventas multimillonarias, pero la fórmula empleada ya era de sobra conocida en el mundo de la música. La sacudida fue tal, que hasta el mismísimo 'Rey del pop', Michael Jackson, fue destronado del número uno con su aclamado 'Dangerous'. ¿Qué estaba ocurriendo? ¿Qué tenía 'Nevermind' para romper con todo lo establecido?

La fórmula del segundo disco de Nirvana resultó ser muy efectiva. Como una pieza pop perfectamente encajada en el mercado musical. Aunque eran canciones mucho más elevadas de decibelios y derrochando distorsión a diestro y siniestro. Las melodías de Kurt Cobain, unidas a sus cambios bruscos en la voz, hacían de 'Nevermind' una máquina continua de sacudidas, de principio a fin. Detrás de su cantante, un virtuoso bajista como Krist Novoselic, marcando la base en cada canción con calidad, y la fuerza imparable y el derroche de Dave Grohl en la batería. Curiosamente, la ‘antifama’ que predicaba Cobain y que le dio el mayor éxito que podía imaginar.

Nirvana era como la versión 'potable' sacada de las entrañas de grupos como los Pixies o Sonic Youth. Llevaron por bandera el 'Fast-slow-fast', técnica aplicada por este tipo de bandas. Lo que venía siendo el rock alternativo, alejado de grandes movimientos y escenas, y que de alternativo pasó a ser la tendencia principal.

Por no hablar de las letras. Rabia, frustración, inconformismo. Toda una serie de componentes propios de la adolescencia y la juventud, con carácter rebelde y en cierto modo de incomprensión. Que conectaron de forma inmediata con los jóvenes de los años 90, en una nueva época que demandaba nuevos sonidos y estilos. La identificación era absoluta y Kurt Cobain el líder de ese rebaño incondicional. La base de cómo tenía que sonar la nueva década.

Y ahí había un himno que abanderó a toda una generación: 'Smells Like Teen Spirit'. El riff que lo cambió todo y que fue un terremoto continuo de emociones. Sencillo, visceral, con un inicio de batería atronador. También con un videoclip que le dio aún más ese carácter de rebeldía. Contó con la proyección inestimable de la MTV, el verdadero gigante musical de la época, y eso era una catapulta al éxito. A partir de ahí, fue una sucesión continua de éxitos como ‘Come As You Are’, ‘Lithium’ o ‘In Bloom’. Canciones crudas, directas, reales. Sin artificios.

Faltaba el envoltorio final, no menos importante. El revestimiento que le daría el gran Butch Big, histórico productor musical. La chapa y pintura perfecta para dejar niquelado un disco que contaba de inicio con una muy buena materia prima. Big logró cuajar toda la química que desprendía el trío de Seattle, ordenó y dio sentido a una obra magna. 13 canciones (12+1, una de ellas como pista oculta, 'Endless, Nameless') con las que el grupo selló su pase directo a la eternidad en el Olimpo de los dioses del rock.

El grunge no lo inventó Nirvana, pero lo puso en el mapa mundial. 'Bleach' fue un debut que más bien podría encajarse en un punk crudo y pesado, que dejó, eso sí, algún poso de esa fórmula eficaz que se vería después, como la deliciosa ‘About A Girl’. Antes ya habían desfilado algunas bandas con una receta similar. Sin ir más lejos, Pearl Jam se estrenó con 'Ten' un mes antes del lanzamiento de 'Nevermind'. Y un poco más atrás en el tiempo circularon los primeros pasos de Soundgarden o Mudhoney, con ese sonido que caracterizaría al grunge. Incluso Mother Love Bone, grupo llamado a destacar en la escena de Seattle, aunque de corto recorrido debido a la temprana muerte del carismático cantante Andrew Wood. De las cenizas de esa banda nació la que encabezaría Eddie Vedder.

16 días tardaron Kurt Cobain, Krist Novoselic y Dave Grohl en grabarlo. Poco o nada se imaginaban la repercusión que iba a tener su disco. 30 millones de copias llegaron a vender. Han pasado 30 años. Tres largas décadas después, este disco sigue siendo una referencia, el faro de ese inicio de década. Como el último disco del rock que consiguió ser un fenómeno transversal. Una revolución. Después vendrían muchas obras maestras hasta nuestros días, pero ninguna con el calado o el impacto de ‘Nevermind’.

Antes de terminarse el año 1991 alcanzaron el número uno en las listas musicales. Justo después, en 1992, ya eran la banda más famosa del mundo. Y el grunge, un modo de vida. Lograron todo lo que su icónico líder no quería, circunstancia que tristemente le afectaría, entre otros aspectos tormentosos de su vida, hasta volarse la cabeza en abril de 1994. Ahí nació el mito.

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