Así fue el primer viaje del Rey Juan Carlos a España con diez años de edad: lágrimas, orden y frialdad

Hace más de setenta años, el por aquel entonces Príncipe Juan Carlos, llegaba a España para tener una primera toma de contacto con el país y para estudiar el bachiller

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Alex García

Publicado el - Actualizado

4 min lectura

El viaje del Rey Emérito a Sanxenxo, está siendo la protagonista de las portadas de todos los medios de comunicación, y la noticia está clara. Dos años después, Don Juan Carlos vuelve a pisar suelo español y regresa al último lugar en el que estuvo antes de su exilio a Oriente Medio; la relación del monarca con Galicia ha crecido en los últimos tiempos y la ciudad no ha permanecido ajena a tan reseñable acontecimiento.

Desde este jueves el rey Juan Carlos I se encuentra en la localidad pontevedresa de Sanxenxo, alojado en casa de su amigo, el regatista, Pedro Campos, donde recibirá a sus amistades más cercanas en las próximas horas hasta que el lunes se vea con su hijo, Felipe VI. El monarca ha regresado a nuestro país de visita, por primera vez en casi dos años, y va a pasar su estancia, de cuatro noches, en la localidad gallega, en la vivienda del regatista.

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Sin embargo, las recientes no son las únicas llegadas de Juan Carlos a nuestro país, de hecho, como todo en la vida siempre hubo una primera vez, aunque en este caso debemos irnos un tiempo atrás en el tiempo... Más bien varias décadas, a una España de posguerra en la que cualquier buena noticia se acogía con enorme alegría.

Juan Carlos tuvo una infancia que no dejaba de ser el reflejo de lo que era una España convulsa en aquel momento. Nació en el exilio, concretamente en Roma, en el año 1938, donde estableció su vida junto a sus padres, los condes de Barcelona; y sus hermanas Pilar y Margarita, además del pequeño Alfonsito que fallecería trágicamente en un accidente mientras jugaba con el propio Juan Carlos, en Estoril en el año 1956.

Fue en aquella localidad portuguesa donde en 1946 recaló Don Juan, padre del rey emérito, junto a toda su familia, en busca de la tan reiterada reconciliación de la corona junto al pueblo español y con el objetivo de calmar unas tensas relaciones con el jefe del Estado, Francisco Franco. Uno de los pocos acuerdos que Juan y Franco alcanzaron, fue el pequeño príncipe Juan Carlos viajara a España a estudiar; fue una decisión compleja, puesto que muchos monárquicos vieron este gesto como una traición.

Aquel día de noviembre de 1948

Sea como fuere, Juan Carlos tuvo que hacer las maletas, y en esa parte de infancia difícil, no hubo más opción que dejar entre lágrimas a la que entonces era su casa, a su familia y a esos amigos de la infancia; porque por decisiones de otros debía comenzar a llevar la responsabilidad de representar a España. Con todo previsto, el 9 de noviembre de 1948, Juan Carlos dejó Portugal.

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Para los Condes de Barcelona tampoco fue sencillo ver a su hijo subirse al Lusitania Express, el ferrocarril que aquel día se encargaría de llevar al príncipe a un país en el que le recibirían unos hombres de uniforme y botas negras, entró a España con un panorama nublado y ciertamente oscuro. "Su Alteza Real, acabamos de cruzar la frontera"; así fue como el duque de Sotomayor, que lo acompañaba en el viaje, ilustró a Juan Carlos que aquella tierra árida, víctima de la sequía, era la España que un día iba a gobernar.

Sin embargo, la frialdad se mantendría durante la ruta, y culminaría en la llegada a Madrid. Allí, y con previsión, Franco había dictaminado que el príncipe debía llegar a la estación de Villaverde para evitar que el sector monárquico se exaltara. Sin embargo, al recibimiento llegaron varios del sector más afín a Franco: el conde de Fontanar, el marqués de Casa Oriol, el sacerdote Ventura Gutiérrez y Julio Danvila, hombre de confianza del Caudillo. Atuendos grises, oscuros y fríos, reflejo de la España más franquista: "Esperamos que le haya ido bien el viaje, Alteza Real".

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Tras oír misa y realizar los prolegómenos establecidos, el joven Juan Carlos, futuro regente, se limitó a preparar su bachiller y continuar con la preparación que el caudillo tenía preestablecida. Se instaló en Las Jarillas, una finca cercana a Madrid que sería algo así como su internado, donde tuvo la oportunidad de comenzar relaciones de amistad con personas como Alonso Álvarez de Toledo, hijo del marqués de Valdueza, Carlos de Borbón-Dos Sicilias, primo suyo por parte materna o Jaime Carvajal, hijo del conde de Fontanar; unos pequeños que llevaron algo de alegría e infancia a un príncipe para el que divertirse era un lujo.

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