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Basado en hechos reales: ¿por qué nos engancha el true crime?

Parar una de estas producciones es prácticamente imposible a pesar del daño que puede causar a los supervivientes del crimen

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Sefi García
Redactora de sociedad y cultura

Tiempo de lectura: 4'Actualizado 15:48

El género del true crimen es ya el segundo más visto en producciones audiovisuales en el mundo solo por debajo de la comedia. La gran mayoría de los consumidores de series o documentales con el marchamo “basado en hechos reales” son mujeres mayores de 30 años. Conectar con una historia que hemos vivido casi en directo en radio y televisión es una de las razones que nos acercan al género.

Desde que Truman Capote convirtió en su novela más célebre “A sangre fría”, el asesinato de una familia en Kansas, un crimen mediático de finales de los años 50, las historias basadas en hechos reales no han dejado de captar la atención de los ciudadanos. Las páginas de sucesos de periódicos, webs, los espacios de radio y televisión en los que se retrata del día a día de ese crimen que nos ha helado la sangre, las primicias, los detalles de la investigación han captado y captan nuestra atención.

Ahí nace el interés, el embrión de historias tan viejas como el mundo que nos enganchan y que se han convertido en el segundo producto de entretenimiento más consumido, después de la comedia. En nuestro país, los hemos visto relatando historias con final cerrado, con investigaciones chapuceras, con errores judiciales...de hace tiempo o que todavía están calientes. Y nos enganchan porque buscamos conocer al monstruo, encontrar señales que nos alerten y por la sorpresa: constatar que la realidad supera a la ficción más veces de las que nos podemos imaginar.

Morbo y monstruos

Preguntamos a Elena Neira, experta en comunicación y profesora de la UOC, qué es lo que nos ofrecen estas historias basadas en hechos reales. “Nos gusta mucho el morbo, nos gusta la crónica negra, somos un país que la ha consumido históricamente, y está también el factor sorpresa" -relata da experta- "la realidad muchas veces no tiene un final perfecto, ¿cuántas veces hemos visto un true crimen y nos ha parecido que era imposible de creer? Ese factor de experimentar sorpresa ante un caso basado en hechos reales, y en casos muy mediáticos el volver a conectar con esa cobertura que primero fue informativa y que luego nos llega en otro formato”. "Esa curiosidad es algo inherente al ser humano" -asegura- "contar cuentos, y contar cuentos con monstruosos es particularmente interesante”.


¿Por qué atraen más a las mujeres?

En España, la cuota de audiencia de las historias basadas en hechos reales, del true crime, tanto en formato audiovisual como en pódcast es claramente femenina. Si atendemos a los datos de Parrot Analitic, el 80 % del público son mujeres, especialmente mayores de 30 años. “Consumen más true crime- reflexiona la profesora de comunicación- porque de alguna manera se convierte en una suerte de relato aleccionador para identificar conductas de riesgo, comportamientos extraños, un poco para dotarse de mecanismos protectores ante la posibilidad de que les ocurran cosas parecidas”.

El impacto psicológico

Para los seguidores del género, si consumen de forma moderada, no tiene que haber ningún problema, pero si solo ven true crime, la cosa puede tener consecuencias porque lo que relatan “son casos muy puntuales, pero si solo se consume este género te puede parecer que todo eso es así, y te pude dar la impresión de que todo es así, y te puede dar temor a padecerlo, porque tu percepción de la realidad se distorsiona”.

En el entorno de la víctima lo que podemos anticipar es que “va a ser negativo- asegura Silvie Pérez psicóloga y docente de la misma universidad-. Solo es positivo cuando la víctima o los familiares escogen participar. Cuando eligen formar parte de ello de alguna manera han ponderado los restos y los beneficios, y esperan conseguir un beneficio. Todos los demás, el impacto es negativo. Ese impacto sería similar a una revictimización, en tanto que vuelven a situarse en el momento del delito, vuelven a revivir el hecho que es traumático para ellos. Puede provocar rabia, dolor, retrasar la recuperación, depende de cada víctima”

Entre aquellos que aceptan participar en esa recreación del crimen real “depende de las expectativas" -matiza la psicóloga- "si son acordes con las que tenían y producen los efectos que esperaban de justicia, de sanación...seguramente el impacto será bueno y les ayude a superar. Pero si no se cumplen, el dolor será mayor, porque además lo han escogido”.

Todos tenemos clavado el dolor tremendo de Patricia Ramírez, la madre del niño Gabriel, suplicando que no se lleve a la pantalla el terrible caso de su pequeño, asesinado por la compañera sentimental del padre. “Es como si se reabriera de nuevo la cicatriz -explica la doctora Pérez- porque otra vez habrá momentos en que se cuestionarán cosas, porque habrá que contextualizarlo. Cuando se dramatiza, por mucho que sean hechos, tiene una parte de morbo que supongo es lo que atrae al público. Debe suponer algo extremadamente doloroso porque si te fijas el solo hecho de que pueda ocurrir ya le genera dolor. Si el pensar que pueda ocurrir la rompe de esta manera, que ocurra de verdad debe ser extremadamente doloroso para ella”.

¿Se puede parar la producción o la emisión de un true crime?

Poco se puede hacer realmente. El experto en derecho digital y divulgador en el canal Techandlaw, Eduard Blasi, nos ha explicado que hay un choque de derechos, sobre todo si la víctima ha fallecido. En este caso, pierde su derecho a la protección de datos “que es un derecho inter vivos”. Los supervivientes legitimados podría ejercer acciones “en torno al derecho al honor, la intimidad y la propia imagen”, pero “choca con otro derecho el de la libertad de expresión e información que generalmente prevalece”.

Si no gusta el enfoque, si no responde a las expectativas o incluso si produce un gran dolor a los supervivientes, no hay nada que hacer. Sin embargo, Blasi asegura que hay zonas grises que podemos intentar, pero teniendo en cuenta que “salvo que el producto realmente ocasiones un daño, una lesión demostrable y real sobre honor, intimidad o propia imagen. Salvo que no sea así, difícilmente sería desmontable esta producción. Pero hay una serie de cautelas y buenas prácticas que, según el experto, deberían aplicarse como “ser muy transparentes por parte de la productora de cómo se va a difundir determinada información. Si existen fricciones, probablemente merece la pena reenfocar el punto de vista de como se va a trasladar este tipo de información”.


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