1 de cada 3 adolescentes no detecta estar en una relación abusiva

Los expertos hablan de retroceso en la igualdad emocional y en las relaciones

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1 de cada 3 adolescentes no detecta estar en una relación abusiva

Carmen Labayen

Publicado el - Actualizado

9 min lectura

1 de cada 3 adolescentes no detecta estar en una relación abusiva. Se caracterizan por el control, el abuso y el chantaje emocional, que se ejerce de forma más o menos sutil, y derivan en maltrato psicológico y físico. Es una realidad que viven, por desgracia, muchas más mujeres de las que acaban pidiendo ayuda y no solo chicas jóvenes.

Puede arrancar a cualquier edad en una primera relación o en otras a lo largo de la vida de una persona. De hecho 3 de cada 10 adolescentes aseguran haber sufrido maltrato de tipo psicológico o de control a manos de sus parejas o ex parejas y, de ellas, un 5 por ciento ha sido además víctimas de agresiones físicas y sexuales, según datos del Ministerio de Igualdad recogidos en el último informe sobre “La situación de la violencia contra las mujeres en la adolescencia en España”

Una realidad que es invisible si tenemos en cuenta que solo 1 de cada 5 mujeres víctimas de maltrato solicita ayuda según subrayan desde la

que desde 2006 ha logrado que casi 40.000 víctimas de violencia machista rompan su silencio y dejen atrás ese infierno.

Parte de esa violencia silenciada aflora en las formaciones que ofrece esta organización tanto en el mundo empresarial como en centros educativos. Estiman que 1 de cada 10 de las alumnas que asisten acaban reconociendo haber sufrido maltrato. Hablamos de 20.000 estudiantes de las 200.000 que hasta ahora ha sido formadas.

“Solo entre septiembre y diciembre hemos formado a 4.000 adolescentes, 200 de ellas acabaron pidiendo ayuda. Una vez que superan el maltrato ellas mismas actúan como agentes de cambio para ayudar a otras” explica a COPE A na Bella al frente de la fundación que lleva su nombre y ex víctima de maltrato durante 11 años.

Considera que “sorprende en 2022 que los jóvenes consideren todavía que un poco de celos es amor o que las chicas les den sus móviles al novio para que se lo miren y comprueben que son fieles, dónde está el derecho a la intimidad. Todos esos avances que se consiguen con las leyes parece que hay un retroceso en la juventud y están volviendo al machismo, a la posesión, a los celos. Me sorprende ver que no estemos avanzando tanto en igualdad emocional y en las relaciones”.

El caso de Laura de 19 años

Laura no quiere dar su nombre real, está a punto de cumplir 22 años. Tenía 19 cuando conoció a su pareja y reconoce que “me encerré en su núcleo”.

“Me fui a vivir con él, me puso en contra de mi familia, me hizo creer que mis padres no querían lo mejor para mí. Me intentó convencer de que dejara la carrera. Hoy cuando lo cuento parece toda una película, pero fue muy real. Me decía que me quería, pero en realidad no me dejaba hacer nada y si hablaba con cualquier amigo se enfadaba o se iba y no me hablaba durante días. Era incapaz de estudiar, era como si me robara la energía Yo no era yo, me alteraba por todo y discutía cuando yo siempre he sido alguien tranquilo. El me manejaba y todo en su interés. Después me enteré que salía con otras. Ya no podía ni llorar y no sabía cómo salir de ahí” explica a COPE.

Sus padres la apoyaron, al estar estudiando fuera era bastante más difícil, pero su dependencia económica les garantizaba el contacto con su hija.

“Ellos a los 3 o 4 meses ya me dijeron que no creían que esa relación fuera normal, pero yo les decía que no, que todo iba bien. No me daba cuenta porque él iba a buscarme donde yo estuviera, me convencía de irme con él, me pedía perdón. Cuando me fui a vivir con él mi madre no me dio dinero, comíamos fatal porque no teníamos ni un duro en una casa de un familiar suyo que resultó también ser un chanchullo”, señala Laura.

“Al final mi madre me arrastró al psicólogo, si acepté ir era para tratar de cambiarle a él” añade.

La ruptura llegó después de una agresión física, para Laura supuso “tocar fondo”. Llamó a sus padres a medianoche para que la fueran a buscar

Hoy todavía tiene pesadillas y secuelas. No ha podido terminar aún por ejemplo su carrera de Filología Inglesa que estudia para ser profesora, algo con lo que siempre ha soñado. Tiene pareja que la trata bien pero el miedo no se le acaba de quitar.

“Lo que me gustaría decirles a quienes atraviesan por esa situación es que se puede salir. Cuesta mucho, pero se sale con ayuda. Sacas fuerzas y ya está. Es la única forma de poder ser libre y de poder ser feliz”, subraya Laura.

Su madre Pepa relata a COPE lo vivido: “Es como si te robaran a tu hija. Cuando salía con él no era ella. Nos insultaba y nos hablaba fatal, cambió totalmente de ser buena estudiante y tener becas a suspenderlo todo y a perderlas. De tener metas y objetivos, a solo querer estar con él. Todo lo que le decíamos se lo contaba a él, él le daba la vuelta y seguían. Fue una situación horrible”.

Aconseja a cualquier familia en esta misma situación que observen y que estén vigilantes ante cualquier cambio de carácter o de comportamiento. Si deja de hacer cosas que antes hacía como salir con sus amigos o si, de pronto, se vuelve introvertida o taciturna y no lo era antes.

“Si ven que la aísla, que no quiere que salga con este amigo o con éste otro, ahí pasa algo. Yo creo que observar es muy importante para detectarlo a tiempo porque es de lo primero que suelen hacer aislarlas. Si no queda con sus amigas y solo está con él pues ya se puede sospechar. Y eso es lo que vimos nosotros, que se alejaba y que cada vez venía menos y nosotros tratábamos de hablar con ella de su relación y de que no la veíamos bien. El problema es que por más que se lo decíamos ella no lo veía y ese es el problema que ellos no se dan cuenta”, señala.

Admite que ni ella ni su marido sabían mucho de maltrato hasta que les tocó aprender y vivirlo de cerca con la segunda de sus tres hijas. Decidieron buscar ayuda con un psicólogo.

Hace un año que su hija dejó atrás esa relación abusiva con una pareja a la que decidieron no denunciar: “Yo creo que a ella el psicólogo le ha servido mucho, también el apoyo familiar y el animarla mucho. Estuvimos siempre junto a ella, aunque no me cogiera el teléfono yo la llamaba cada día, le estaba haciendo ver que podía pedir ayuda si la necesitaba y que las puertas de casa estaban abiertas en todo momento para ella”.

Su peor temor era que su hija “se quedara embarazada porque entonces la hubiera hecho sufrir muchísimo más y también a nosotros. Habría un vínculo de por vida y mi hija nunca hubiera podido volver a ser libre”, explica.

Hace ya un año que Laura dejó a su pareja y ha logrado rehacer su vida. Ha obtenido finalmente una beca por violencia de género con la que proseguir sus estudios gracias a los informes que le hizo el psicólogo y a la labor de la Fundación Ana Bella con la que colaboran madre e hija sensibilizando a personas en la misma situación.

Concha, otra madre coraje

Concha aún se emociona y llora al hablar del caso de su hija a pesar de que han pasado 6 años desde esa primera relación que les ha marcado a todos de por vida.

Su hija tenía 16 años y según explica a COPE “si no la hubiera dejado traer a sus amigos a casa nunca me hubiera enterado de lo que ocurría porque ella no me lo hubiera contado. Nunca”.

Y lo que sucedía en su propia casa eran discusiones y portazos sin fin y una niña a la que le cambió el carácter: “se hizo bastante más introvertida y sobre todo más triste, yo no la veía feliz. Pero hablaba con ella y le hacía ver que eso no era querer sino maltratar, pero ella lo negaba. Él había logrado convencerla de que sin él no era nada, algo increíble porque ella además es alguien no solo inteligente sino con carácter. No te puedes imaginar el poder de persuasión que tenía esa persona, hasta a mí me engañaba. Cada vez iba a más y ella estaba más enganchada, tenía más necesidad de él y, aunque, a veces, rompían, después volvían”.

Durante los casi 2 años que duró esa relación, sus padres trataron de estar junto a ella.

“Si tratas de cortar su relación tajantemente, tú sabes que lo que va a pasar es que tu hija se va a ir con él. Debes poner tu corazón y tu cabeza en dos balanzas diferentes. Nosotros pensábamos que mejor que el enemigo estuviese en casa porque por lo menos lo veías, tú veías donde estaba tu hija”, subraya.

Tras una de sus múltiples rupturas llegó la agresión física justo antes del viaje de fin de curso de su hija. A Concha le extrañó que su hija no hubiera querido ir ese viernes por la noche al cumpleaños de una amiga, pero podía ni imaginarse el motivo. Fue una amiga de su hija la que le llamó y le contó que él le había pegado una paliza. Madre e hija estuvieron dos horas hablando y llorando juntas. Decidieron denunciar, llamaron al 016 y fueron al centro de salud para que hicieran el informe de la agresión.

“Como madre creo que siempre debes de estar al lado de tu hijo en cada momento, vigilarle sin que lo vea ni lo intuya para no ocasionar el efecto contrario y hablar, hablar y hablar y llegado el momento actuar. En nuestro caso todo el entorno ayudó: tanto la familia, como sus amigas, el colegio y hasta la urbanización en la que vivimos avisando por ejemplo de que había entrado el novio de mi hija. Estaba arropada y estábamos conectados tratando de protegerla” señala Concha.

Hoy su hija tiene 22 años “ha tenido otras relaciones maravillosas” y es abogada. Quiere ser criminóloga y dedicarse al Derecho Penal “también a raíz de esto”. Se estrenó en solitario sin ayuda letrada por decisión propia a los 18 años en el juicio contra su primer novio. A él le condenaron por maltrato.

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