“Me extirpé el pecho y los ovarios antes de tener cáncer"
Una periodista de COPE relata en primera persona la lucha contra esta enfermedad desde la prevención
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Mi madre murió joven de cáncer, mi abuela también. En mi familia ha habido muchos casos de esta enfermedad en mama y ovarios y en edades relativamente tempranas por eso siempre pensé que yo tenía todas las papeletas. Mucho había oído hablar de la lucha contra el cáncer desde la prevención, no fumar, no beber, ejercicio, una alimentación sana... consejos que seguía con mayor o menor acierto pero sabiendo que en mi caso la genética era determinante.
Había leído sobre los estudios genéticos que te permitían saber si presentabas esa extraña mutación que elevaba exponencialmente el riesgo de padecer cualquiera de estos tumores, así que decidí acudir al consejo de genética del Hospital Clínico de Madrid. En una primera consulta valoraron si era apta para el estudio. Pero mi árbol genealógico del cáncer era tan extenso que no hubo duda alguna. La prueba consistía en una simple extracción de sangre que cotejaban con la de un familiar que tuviera la enfermedad. En ese caso fue la de mi querida prima Cris, que falleció unos años después de cáncer.
En aquel entonces la actriz Angelina Jolie se había sometido a una doble mastectomía para prevenir precisamente un cáncer de mama hereditario. A la gran mayoría le sorprendió la noticia, por eso que lo hiciera público me pareció todo un acierto, era una forma de dar a conocer algo que en España también se estaba haciendo y que podía salvar muchas vidas.
Después de tres largos meses, llegaron los resultados. Me había preparado para lo peor. De todas maneras desde que decidí empezar este largo proceso lo tenía claro, si era portadora del dichoso gen, me iba a operar. Contaba con el apoyo de toda mi familia. Además ya había tenido tres hijos y era el momento. Recuerdo que fui a recoger las pruebas con mi marido. Iba temblando y la noche anterior apenas pude dormir. El resultado fue positivo: tenía el BRCA1.
Aunque en cierta forma me lo esperara, no pude evitar hundirme. En la consulta había varios médicos que enseguida me explicaron todas las opciones posibles, desde un seguimiento intensivo para detectar un incipiente tumor, que no era ninguna garantía, hasta la solución más agresiva, pero también más segura, extirpar el pecho, los ovarios y las trompas, para evitar que desarrollaran la enfermedad. Opté por lo segundo.
Mi familia y mis amigos me decían que era muy valiente, pero yo no lo veía así. Pensaba que en realidad era cobarde porque me daba miedo pasar por lo que había sufrido mi madre. Valientes son las personas que luchan contra un cáncer.
Tras otro análisis, que no hizo más que confirmar el diagnóstico, todo se fue sucediendo muy rápido. El maravilloso equipo médico me dijo que no había tiempo que perder, ya que no había signos de enfermedad y la probabilidad de desarrollarla empezaba a ser ya alta.
En este proceso entraban en juego varias disciplinas; cirujanos, oncólogos, plásticos... También psicólogos que tenían que comprobar que estaba realmente preparada y perfectamente enterada de lo que venía después; varios meses complicados, posibles secuelas psicológicas, una menopausia prematura y de golpe con tan solo 38 años, descalcificación, varias operaciones para reconstruir el pecho, incluso posibles rechazos a las prótesis mamarias, que los tuve.
La operación fue en noviembre de 2014. Ese día estaba como un flan, pero en cierta forma también tranquila porque sabía que estaba 'limpia' y que todo era por prevención. Recuerdo estar esperando en la antesala del quirófano tumbada en la camilla, temblando y oyendo hablar a los médicos. Cuando entré había muchísimos y eso me asustó un poco, pero enseguida me animaron y aplaudieron mi decisión. Después dije un par de tonterías que no recuerdo y la anestesia hizo el resto.
La recuperación fue lenta, casi 15 días en el hospital con dificultad para respirar, mover los brazos y sin apenas poder ver a mis hijos. Después, un largo postoperatorio en casa. Desde entonces, alguna complicación, más entradas en el quirófano, revisiones, controles y pequeños retoques estéticos.
Sin duda ha sido un camino complicado, pero que yo pude elegir y que me ha permitido prevenir en buena medida la enfermedad, algo que mi madre, mi abuela o mi prima no tuvieron la oportunidad de hacer. Seis años después creo que todo ha merecido la pena y que tomé una gran decisión que me ha permitido vivir mucho más tranquila.