Hiperactividad y déficit de atención: la pelea por domar a la bestia

Los afectados por estos trastornos aprenden día a día a dominar los efectos y encajan, como pueden, el rechazo social y la incomprensión

Hiperactividad y déficit de atención: la pelea por domar a la bestia

Sefi García

Publicado el - Actualizado

6 min lectura

Es nuestro país se estima que 7 de cada 100 niños menores de 15 años padecen TDAH, un trastorno neurobiológico que les dificultan la vida diaria y pueden causar graves problemas en su madurez. Son la mitad de los pacientes de psiquiatría y neurología infantojuvenil, y solo entre el 3 y el 7% están diagnosticados, por el desconocimiento general sobre quién debe tratarlo y sobre los tratamientos.

Ese complejo que tenemos de “hijos perfectos” se rompe completamente cuando la hiperactividad y el déficit de atención entran por la puerta del hogar. El trastorno afecta a uno de cada 20 niños en Europa, según datos que maneja la Sociedad española de Pediatría y a algo menos del 8% de los menores de 15 años en nuestro país.

Miguel tiene 15 años, y convive con déficit de atención diagnosticado. No tiene problemas con sus amigos pero sí en el instituto. Le afecta a la atención y al rendimiento académico y reconoce que en ocasiones agradece que le repitan las cosas “un par de veces, pero no me gusta que mis profesores me traten como si fuera tontito”. Reconoce que necesita cierta adaptación en sus exámenes “la letra más grande, las preguntas más separadas, más tiempo para entregar el examen, pero no que me pongan un examen distinto a los de mis compañeros. Me gustaría que me trataran como una persona normal”.

Caso especialmente duro es el de Larraitz, que con 22 años arrastra todavía problemas de hiperactividad y déficit de atención. Es parte de ese 2,5% de personas co TDH que no lo superan con la adolescencia. Aun así, ha terminado el bachillerato, ha hecho un grado superior y el año que viene ira a la universidad. Con seis años “yo me di cuenta que algo no iba bien.. llegué un día a casa llorando y le dije a mis padres que no quería ser la última de la clase, que no encajaba con el grupo. Pasé mi niñez sola, no encajaba en los grupos. Mis compañeros se metían conmigo además mi profesora negó mi trastorno y culpó a mis padres de mi situación: estaba empeñada que yo tenía un trauma por culpa de mis padres. Llego a decir que era una niña de 5 y que nunca llegaría a la ESO”.

“PENSÉ QUE ERA UN MONSTRUO”

Nos cuenta Larraitz que en la adolescencia “los imagos iban y venía y mi autoestima estaba por los suelos, porque la percepción que yo tenía de mi misma era de que era un monstruo. Llegué a pensar que nadie me aguantaba porque yo era un monstruo, que yo no encajaba con nadie, y que nadie quería estar a mi lado”.

Durante su etapa de la ESO sí encontró apoyo en sus profesores y empezó a ir a terapia y a medicarse. En la terapia se dio cuenta de que había otros adolescentes como ella, y comenzó a aceptarse. Hoy es una mujer “con amigos, pocos pero buenos”, y con un futuro esperanzador. Aprendió a organizarse, a marcar horarios que cumple estrictamente y a “domar a la bestia” que la acosa todavía.

Las personas con hiperactividad y déficit de atención mantiene una lucha diaria consigo mismos. Nos cuenta Larraitz que es más difícil que los demás te acepten a que te aceptes a ti misma “porque cada uno viene de su casa con sus pensamientos, pero lo primero es que tú te aceptes a ti misma y lo que venga después ya no depende de ti”.

LA FRUSTRACION DE LA FAMILIA

La frustración de ellos no es la única, los padres también tienen que recorrer un camino lleno de guijarros, o más bien de pedruscos.

Ainize es madre de dos niños de 13 y 9 años. El pequeño tiene déficit de atención, y el mayor “el que más nos ha enseñado”, tiene además hiperactividad. Confiesa que cuando llegó el diagnostico sintieron el casa “un gran alivio, porque ya sabes a qué te enfrentas y sabes en lo que tienes que trabajar y dese ese punto empezamos a construir”. Con el diagnóstico en la mano, se fueron a la asociación de ayuda y comenzaron a hacer terapias ·”dirigidas no a cambiar el niño sino a tu forma de ver las cosas, porque al final estás todo el día pidiéndoles cosas que ellos no pueden hacer, entonces te enfadas y ellos se sienten mal”. Ahí se dio cuenta y “al principio el sentido de culpa es brutal, porque lo más fácil es decirle que es un vago, que no hace las cosas porque no le da la gana y te das cuenta de que realmente no podía, la frustración e muy grande”. Entonces nos dice “empiezas a cambiar. Un día en una sesión de terapia me preguntaron cuentas veces le había dicho que estaba haciendo bien alguna caso, y me di cuenta de que nunca se lo decía”.

El TDAH es un trastorno formulado como tal hace bien poco. Los primeros casos fueron publicados hace 120 años por George Still que lo describió como un trastorno moral, y en España, en 1.917 por Rodríguez-Lafora, que lo atribuyó a un defecto cerebral con probable origen genético. Desde entonces hasta la actualidad, se han empleado más de 50 denominaciones diferentes como: impulsividad orgánica, síndrome de lesión/disfunción cerebral mínima y síndrome de hiperexcitabilidad, entre otros, hasta llegar al concepto actual. Hasta los años 80 se trataba con psicoanálisis solamente. Desde entonces las terapias se acompañan con fármacos. No es extraño entonces que los diagnósticos sean escasos y tardíos. Pero es un trastorno que puede generar graves consecuencias, a parte del sufrimiento y la frustración que nos han descrito Miguel y Larraizt en primera persona, y Ainize como madre.

LAS CONSECUENCIAS

La Federación Española de ayuda al Déficit de Atención e Hiperactividad, describe los trastornos asociados que se han ido detectando:

Más del 50% de los niños evidencia un trastorno oposicionista desafiante.

Entre un 30 a un 50% presenta trastornos de conducta.

Entre el 20 y el 30% de los niños evidencia trastornos afectivos, y el 25%, trastornos de ansiedad.

El síndrome de Tourette y el trastorno de tics suelen presentarse junto con el TDAH en un 18% de los niños.

Más de un 20% presentan problemas específicos del aprendizaje (en lectura, escritura, matemáticas).

El niño hiperactivo tiene 4 veces más posibilidades de sufrir accidentes y lesiones graves que el niño sin este trastorno, debido a su impulsividad y a la presencia de trastornos de la coordinación motora.

La conducta delictiva o la personalidad antisocial se ven en un 25-40% de los adolescentes y adultos remitidos de niños como TDAH. Entre un 10 y un 25% de los adolescentes desarrolla un abuso de estupefacientes.

A su vez, estos jóvenes tienen un mayores probabilidades de experimentar embarazos no deseados (40%), enfermedades transmitidas sexualmente (16%) y accidentes de coche por conducir a una velocidad imprudente o por falta de atención.

También son frecuentes las depresiones (20-30%) y los desórdenes de personalidad (18-25%).

LA ESPERANZA

Los profesores y los pediatras juegan un papel fundamental para detectar en trastorno, responsable del 20% del fracaso escolar en nuestro país. Hay especialistas, tratamiento, terapias y asociaciones que pueden ayudarte, porque ni son tontos, ni son monstruos, solo niños diferentes, generalmente con una buena inteligencia, que necesitan ayuda y sobre todo, encajar en un mundo que nos corta a todos por el mismo rasero.

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