Jordi Royo, director clínico de Amalgama7: “Cuando los chicos llegan aquí, piensan que no les pasa nada”

El doctor ha explicado que el entorno familiar, el consumismo o una sociedad donde prima la belleza o la juventud pueden ser origen de buena parte de estos trastornos de conducta

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José Melero Campos

Publicado el - Actualizado

4 min lectura

Amalgama7 es una institución privada que nace en 1997 gracias a un grupo de clínicos especialistas en salud emocional. A lo largo de estos casi 25 años, se han especializado en la atención de los adolescentes que presentan comportamientos de riesgo, como son el trastorno de conducta o la patología dual, que es la concurrencia de un mismo paciente de dos trastornos, una asociada a drogas y otro psiquiátrico-social.

Amalgama7 tiene conciertos con las comunidades autónomas de Aragón, La Rioja, Cataluña, Madrid o el Gobierno de Andorra. Las plazas concertadas con la administración son gratuitas para las familias. La mayoría de ellos son chicos derivados de los servicios de protección, ya que sus padres han perdido la tutela del menor.

Por su parte las plazas que provienen de la acción privada, las familias se pueden acoger a algunas prestaciones como el Seguro Escolar, cuyas ayudas cubren la mitad del coste. En la actualidad, Amalgama7 dispone de un total de 170 plazas residenciales (entre Valldaura, Valldaura Viejo, Can Ros y en Julián Romea), así como cuarenta plazas en los centros de día y consultas externas de Madrid y Barcelona.

El director clínico de Amalgama7, Jordi Royo, ha atendido a los micrófonos de TRECE y COPE.es para explicarnos cuál es la labor que desarrollan con aquellos adolescentes que presentan diferentes trastornos: “Suelen ser chicos y chicas con algún trastorno conductual, como la desmotivación escolar, la dificultad de convivencia con las familias, desmotivación de actividades extraescolares, mucho vídeo juego, mucho pantallismo, mucho móvil, algunos consumos de drogas, dificultades con la alimentación…”

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Aunque los centros de Amalgama7 están homologados como centros socio-sanitarios, en realidad se tratan de escuelas terapéuticas, ya que son a la vez un hospital, una escuela y una residencia para estudiantes en la que trabajan conjuntamente cuatro equipos de profesionales: el equipo clínico, académico y el socioeducativo.

Tal y como ha manifestado el doctor Jordi Royo, el primer paso para la rehabilitación de estos adolescentes es que tomen conciencia del problema que presentan: “En la mayoría de los casos, los chicos que llegan están convencidos de que no les pasa nada. Son chicos que tienen problemas de convivencia en casa, en la escuela, que quizás toman drogas, que tienen problemas de pantallismo, que quizás roben algo… pero están convencidos de que no les pasa nada”, declara el director clínico.

“La idea es que el chico tome conciencia de su trastorno y luego quiera recuperar el objetivo de la escuela, la actividad extraescolar y vaya definiendo un proyecto vital”, añade.

A juicio del doctor, buena parte de los problemas de este colectivo es que son los hijos de Internet, de un mundo globalizado, que consumen y que tienen mucho poder en su contexto familiar: “En las sociedades del primer mundo, los jóvenes tienen que afrontar muchos más riesgos derivados del hiperconsumo y de esta convicción de que tenemos que ser felices desde los mismos valores, que es ser rico, jóvenes, famosos y saludables. El 90% de las personas no cumple estas condiciones y nos puede llevar a la infelicidad”, subraya.

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Asimismo, Jordi Royo destaca que en ocasiones la raíz del problema se encuentra en la estructura familiar: “A veces los padres queremos ser los amigos de nuestros hijos, pero nuestros hijos no quieren ser nuestros amigos, sino nuestros iguales. Esto no es así. Pensamos que hay un problema de cultura familiar que favorece que haya determinados comportamientos de riesgo o se den incidencias de manera notable”, sostiene.

Sobre la relación que mantienen estos jóvenes con sus familiares, es diferente. Son los fines de semana cuando se producen las visitas, cuya duración vendrá determinada por el proceso terapéutico en el que se encuentre cada adolescente: “La primera visita suele ser de dos horas. Si va bien aumenta, se van con los padres y luego regresan por la noche… es decir se va ampliando el horario”.

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El director clínico de Amalgama7 ha aclarado no obstante que, durante el primer mes de terapia, recomiendan a las familias no acudir al centro, ya que “la mayoría de los chicos cuando llegan están muy beligerantes con sus padres, les acusan de ser los responsables de todas sus desgracias. Para desactivar esto la idea es convertir a los padres en un bien escaso. Durante la primera visita la idea es que haya un primer abrazo y que podamos reconstruir la relación que se había deteriorado. De esta manera vamos progresando”.

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